Monición de entrada
Amadísimos hermanos, sean bienvenidos a la celebración de esta Santa Misa en la Fiesta de la Transfiguración del Señor, en la que Jesucristo, el Unigénito, el amado del Eterno Padre, manifestó su gloria ante los santos apóstoles Pedro, Santiago y Juan, con el testimonio de la Ley y los Profetas.
Con la esperanza de poder nosotros también contemplar la gloria de Dios, ahora dispongámonos a disfrutar de esta gran celebración, de pie y cantando con alegría.
Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
Las lecturas de hoy, como el salmo, nos manifiestan el poder, la gloria y el reinado de Jesús. El profeta Daniel contempla el poder del Hijo del hombre, cuya gloria se manifestará en Cristo Jesús allá en el Monte Tabor, ante la presencia de sus tres discípulos predilectos. Pedro nos recordará esa experiencia en su segunda carta. Que esa gloria se nos manifieste también a nosotros, prestando suma atención a la Palabra de Dios.
Moniciones para cada lectura
Monición primera lectura (Daniel 7, 9-10. 13-14)
El autor del libro de Daniel nos presenta una visión esplendorosa del Reino mesiánico, con una escenografía espectacular, para dar alientos a los creyentes que están siendo perseguidos, asegurándoles que el bien va a triunfar sobre el mal, cuando llegue el Mesías prometido.
Escuchemos atentos.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Daniel 7, 9-10. 13-14
Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros.
Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él.
Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 96)
El Salmo 96 canta la gloria y la victoria de Dios. Parece subrayar el clima de luz, gloria y victoria en la teofanía de que hablan todas las lecturas. Responderemos todos:
Salmo responsorial: Salmo 96, 1-2. 5-6. 9 (R.: 1a y 9a)
R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R.
Monición a la segunda lectura (2 Pedro 1, 16-19)
Cuando Pedro y los apóstoles hablan, lo hacen porque han conocido primero a Aquél de quien hablan. Hoy Pedro recuerda esa experiencia en la Montaña Sagrada.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 1, 16-19
Queridos hermanos:
Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza.
Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto». Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada.
Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio
En el Evangelio nos encontramos con la manifestación de la gloria de Jesús, de la que fueron testigos sus tres discípulos más cercanos, Pedro, Santiago y Juan, y que sirvió a la primera comunidad para entender mejor la identidad de Jesús y encontrarle sentido a toda su historia pascual.
Dejemos que también a nosotros se nos manifiesta, preparándonos a la escucha de esta Palabra. Cantemos todos el aleluya; de pie, por favor.
Año A:
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
—«Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
—«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo».
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
—«Levantaos, no temáis».
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
—«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
Palabra del Señor.
Año B:
Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
—«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:
—«Éste es mi Hijo amado; escuchadlo».
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
—«No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».
Palabra del Señor.
Año C:
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 28b-36
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
—«Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:
—«Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle».
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor.
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Oración de los fieles
Al Padre que nos protege y nos invita a escuchar a su hijo, dirijamos confiados nuestra oración. Digamos todos: Señor, transfigura nuestra vida
- Por la Iglesia, llamada a permanecer en atenta escucha de la voz del Padre: que ante las dificultades tenga el coraje de alzar los ojos y contemplar la presencia del Señor que la guía y la protege. Oremos.
- Por el Papa, los obispos, los sacerdotes y todos los consagrados: que a través de su vida resplandezca la alegría de haber sido elegidos por el Señor, para dar testimonio en todo tiempo de su belleza y misericordia. Oremos.
- Por los gobernantes de las naciones: que puedan contemplar la gloria de Dios en la creación entera, especialmente en los pueblos que les eligieron. Oremos
- Para que aprendamos a escuchar a Dios también en la presencia y el clamor de los más necesitados de nuestra sociedad. Oremos.
- Por todos nosotros: para que en este día podamos contemplar al Señor en la belleza de la creación y en la vida de los hermanos más solos. Oremos.
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Presentación de las ofrendas
Presentemos al Señor las ofrendas de pan y vino, que se convertirán en el cuerpo glorioso de Cristo.
Comunión
Cristo glorioso se nos ofrece hoy en su Cuerpo y su Sangre. Con devoción acerquémonos a comulgar. Cantemos…
Final
Hoy hemos contemplado la gloria de Dios en la celebración de esta Santa Misa. Vayamos a ser testigos de lo que aquí hemos celebrado y a vivir lo que aquí hemos aprendido.