Comienza la Lucha
Comienza la lucha, es el tercera clase de crecimientos para los nuevos miembros de la Renovación Carismática. Orientado a preparar a los hermanos, advirtiéndoles sobre la lucha contra el pecado.
Introducción
Un buen entrenador de un equipo de fútbol conoce bien a sus jugadores; sabe perfectamente cuáles son sus fortalezas y las debilidades y así va moviendo piezas de acuerdo a las exigencias del rival en un partido. Hoy aprenderemos a conocernos a nosotros mismos para ver por dónde flaqueamos y buscar la ayuda del Espíritu Santo para enfrentarnos a la realidad del pecado que nos acecha constantemente.
En la clase anterior aprendimos que:
- Dios siempre nos ayudará
- Nuestros problemas nunca serán superiores a nuestras fuerzas
- Si caemos en el pecado y nos arrepentimos, Dios siempre nos perdonará a través del sacramento de la confesión
- Como niños espirituales debemos orar, alimentarnos y descansar
- Desde nuestra infancia espiritual debemos irnos haciendo buenos hábitos.
La batalla contra el pecado
Cuando finaliza un Retiro de Iniciación de Vida en el Espíritu, como resultado de ese gran encuentro con Jesús y el Bautismo en el Espíritu Santo, la mayoría de hermanos se ven ante la realidad del pecado y se hacen grandes propósitos de cambio. Hay intenciones sinceras de conversión y el testimonio de muchos recién nacidos es que van a perdonar a las personas que les han hecho daño o pedirán perdón a quienes han ofendido. Otros se proponen salir de las adicciones, salir del adulterio o el libertinaje sexual. Otros tantos se reconcilian con sus cónyuges o vuelven al hogar que han abandonado. Es maravilloso el efecto y admirable el cambio o los propósitos buenísimos.
Entre ustedes, hubo buenas intenciones de cambio después de finalizar el retiro, ¿Cierto?. Pero, ¿Cómo les va con esos propósitos? ¿Todos los han cumplido? Con toda seguridad, a muchos les está siendo muy difícil y ya han caído nuevamente en el pecado. Eso se debe a que, aunque el Espíritu Santo obra en ti, también el pecado está haciendo su trabajo y te atrae hacia él. Eso lo explica San Pablo, porque él también se vio en la decepción de querer hacer el bien y terminar haciendo el mal que no deseaba:
«Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco.
Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero» (Rm 7, 15. 18-19)
Y esa lucha seguramente ya comenzó en muchos hermanos que acaban de iniciar esta nueva vida. Ya se dieron cuenta que el propósito de ya no pecar se vio truncado en algún momento y volvieron a caer. San Pablo dice que eso se debe al pecado que aún habita en nosotros (Cf Rm 7,17).
Nos puede suceder algo así como aquel hermano que cuando llegó a su casa, después de haber hecho su Seminario de Vida en el Espíritu, le dijo a su esposa «Hoy soy un HOMBRE NUEVO mi amor, he cambiado totalmente, Dios me transformó». Su esposa saltaba de alegría; aquella familia era feliz porque aquel hombre borracho y mujeriego se había transformado. Pasó un fin de semana y la emoción continuaba en ese hermano. Asistía a su grupo de oración y participaba en todo lo que podía con su comunidad carismática. Pasó otro fin de semana y seguía obrando santamente. Un mes después, alguien tocó a la puerta y la esposa salió a abrir. Era su «transformado» esposo que venía bien borracho nuevamente. Su esposa lo interpeló con furia «¿Y no eras tú el HOMBRE NUEVO que ya no volvería a emborracharse?». Su esposo contestó con voz muy clara pero tímida: «Sí mi amor, pero es que a este HOMBRE NUEVO también le gusta el licor».
Hay que dejar bien claro que por mucho que pretendamos vivir en santidad, la lucha contra el pecado no finalizará sino hasta la hora de nuestra muerte. Será una pelea constante y caeremos y nos volveremos a levantar. De lo que sí hay que estar seguros es que después de habernos encontrado con Jesús y haber vivido esta experiencia de iniciación de Vida en el Espíritu, ya nadie vuelve a pecar con el mismo gusto con que lo hacía antes. Ya hay una voz interior que nos advierte de nuestras faltas y la podemos escuchar, ahora sí, con más facilidad que antes.
Como fruto del Espíritu Santo que mora en cada uno de ustedes, después de tu gran encuentro y tu experiencia de Pentecostés, surgió ese enorme deseo de orar, leer la Palabra, asistir a los sacramentos, convertirse, llevar una vida mejor. Pero ahora se dan cuenta que los deseos de la carne son totalmente contrarios a los del Espíritu, y que esa carne, al no estar acostumbrada a ser gobernada por nadie, hoy se rebelan y no quieren dejar que el Espíritu Santo gobierne tu vida.
Entonces, ¿Qué hacer ahora?
San Pablo nos da una recomendación muy importante: «Si ahora vivimos según el espíritu, dejémonos guiar por el Espíritu» (Ga. 5,25). Hay que someter la carne a la dirección del Espíritu. Que no sea la carne la que tome el control, sino el Espíritu Santo que ahora mora en cada uno de ustedes.
¿Y cuáles son esos deseos de la carne, contra los que hay que combatir? San Pablo nos da un listado en Ga. 5, 16-21:
«Por eso les digo: caminen según el espíritu y así no realizarán los deseos de la carne. Pues los deseos de la carne se oponen al espíritu, y los deseos del espíritu se oponen a la carne. Los dos se contraponen, de suerte que ustedes no pueden obrar como quisieran.
Pero dejarse guiar por el Espíritu, no significa someterse a la Ley.
Es fácil reconocer lo que proviene de la carne: libertad sexual, impurezas y desvergüenzas; culto de los ídolos y magia; odios, ira y violencias; celos, furores, ambiciones, divisiones, sectarismo y envidias; borracheras, orgías y cosas semejantes. Les he dicho, y se lo repito: los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios»
(Nota: de acuerdo al tiempo asignado para impartir este tema, considérese definir cada uno de estos deseos enumerados por San Pablo para preparar mejor a la comunidad y tengan claro contra qué están luchando)
El secreto está en que eres tú quien decides por quien te dejarás conducir; esta decisión NO LA TOMA DIOS, ya que El respeta nuestro libre albedrio, nuestra libertad, y esta consiste en poder elegir por cuenta propia, el camino que deseamos seguir en cada momento.
Si quieres triunfar como Cristiano, deberás tomar la decisión de dejarte conducir en cada momento, en cada situación o circunstancia, por el Espíritu, y doblegar a la autoridad de este tu cuerpo y tu alma, Dara que estas (siendo instrumentos de Dios) puedan reflejar los frutos del Espíritu, o sea la transformación que hace el Señor ‘ del «hombre viejo; pero esta decisión debe ser consciente y definitiva, debe ser una renuncia total a las obras de mundo, para encontrar nuestra vocación Cristiana
Comportémonos con decencia, como se hace de día: nada de banquetes y borracheras, nada de prostitución y vicios, nada de pleitos y envidias.
Más bien revístanse del Señor Jesucristo, y no se dejen arrastrar por la carne para satisfacer sus deseos. (Rm. 13, 13-14).
TAREAS:
- Hacer una lista de mis malos deseos buscando ejemplos en Ga. 5:16-21; Ef. 4, 25-31 y Cl. 3, 5-9, haciendo un examen profundo de «mi carne».
- Memorizar: Ga. 5,25
- Control de Lectura Bíblica: leer el capítulo 4 del Evangelio de San Mateo para compartir con tu grupo de reflexión en la próxima clase2