Hijos y Herederos de sus Riquezas
Hijos y Herederos de sus riquezas, quinta clase de crecimiento 1 para la Renovación Carismática, orientado a descubrir el poder que tiene la oración en la vida de un cristiano, sobre todo en la de un recién bautizado en el Espíritu Santo.
Introducción
Respetando, hasta aquí, el orden y nombre de los temas para cada clase, establecido en los libros de crecimientos de la Comunidad de San Juan Bautista, de Coyoacán, México, mantenemos el título de esta clase, aunque realmente el énfasis lo pondremos sobre EL PODER DE LA ORACIÓN, porque consideramos que a estas alturas de los crecimientos, un recién Bautizado en el Espíritu debe profundizar mucho más sobre una práctica que nos caracteriza mucho a la Renovación Carismática: La Oración. Y porque, para que un recién nacido a esta nueva vida en el Espíritu permanezca perseverante, necesariamente debe también permanecer constante en su oración personal.
2. Qué es la Oración
ORAR: (Del lat. orare). La Real Academia Española define “orar” como “Hacer oración a Dios, vocal o mentalmente”. Y “Oración” la define como “Súplica, deprecación (petición), ruego que se hace a Dios o a los santos. Elevación de la mente a Dios para alabarlo o pedirle mercedes”.
Más adelante profundizaremos más sobre el tema de la oración, veremos cómo ora la Renovación Carismática, los tipos de oración y mucho más sobre este basto campo del diálogo con Dios. Por ahora necesitamos hacernos por lo menos una idea clara de lo que es la oración. Y para esto nos ayudan mucho los grandes santos de nuestra Iglesia, aquellos grandes hombres y mujeres que han vivido una vida de constante comunicación con Dios. Tomemos, por hoy, la del Santo Cura de Ars, quien decía que «la oración es la elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y su Criador.«
Una dulce conversación entre la criatura y su Criador… un DIÁLOGO, una conversación entre un hijo con su padre. Eso es la oración.
Y para que sea realmente un DIÁLOGO, es necesario hablar y escuchar. En la oración hablo yo y Dios escucha; habla Dios y yo escucho. Lo que generalmente hacemos es un MONÓLOGO, en donde solo hablamos nosotros y obligamos a Dios a sentarse y escuchar atentamente nuestro discurso. Terminamos de hablar y dejamos a Dios con la palabra en la boca, porque no estamos educados para la escucha. Es necesario siempre el silencio para la escucha de lo que Dios quiere decirnos, eso es oración, un diálogo.
3. El Poder de la Oración
La Oración es capaz de mover montañas
Jesús les respondió: «Yo os aseguro: si tenéis fe y no vaciláis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que si aun decís a este monte: «Quítate y arrójate al mar», así se hará. Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis.»
(Mt 21, 21-22)
Con la oración, si la hacemos con fe, sin vacilar, somos capaces de mover cualquier montaña. La montaña del dolor, de las dificultades económicas; las montañas de problemas en el hogar, el trabajo, la sociedad; cualquier montaña es incapaz de soportar el poder de la oración.
La oración cambia las circunstancias
«Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado» (Jn 20, 24). La oración hecha en el nombre de Jesús capaz de cambiar nuestra tristeza en gozo, el llanto en alegría, la desesperación en fe y confianza. Es capaz de cambiar cualquier circunstancia difícil por la que estemos pasando. Pero hay que hacerlo en el nombre de Jesús: «Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré» (Jn 14, 13-14)
La Oración nos sirve para ganar batallas
«Y sucedió que, mientras Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía Israel; pero cuando las bajaba, prevalecía Amalec» (Ex. 17, 11). El poder intercesor de la oración de Moisés permitió que su pueblo ganara la batalla contra Amalec. Si somos capaces de levantar nuestras manos a Dios y orar ante cualquier batalla que el mundo nos presente, siempre saldremos victoriosos. La oración no siempre es en favor nuestro, también podremos orar por otros, y el poder de Dios se manifestará en favor de aquellos por quienes intercedamos.
Hay muchos textos bíblicos que nos muestran el poder de la oración. Por hoy quedémonos con estos, pues más adelante, en otros temas, trataremos nuevamente sobre la oración.
4. Cómo debemos orar
I.- En privado, íntimamente.
«Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,6)
Esta oración, privada e íntima, se refiera a la oración personal, que no sustituye a la comunitaria, ni la comunitaria sustituye a la personal. Para ello debemos buscar un espacio privado, no en la sala, ni la cocina u otro lugar donde haya mucha perturbación o distracción.
II.- Sin egoísmo, con humildad.
«Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones» (Stg 4, 3). Si lo que pedimos es para despilfarro o hacer mal uso de lo recibido, difícilmente Dios responderá nuestra petición. Dios sabe lo que nos conviene y de verdad necesitamos.
III.- En su voluntad, con obediencia y sumisión
«En esto está la confianza que tenemos en él: en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido» (1 Jn 5, 14-15).
Siempre que pedimos algo en la oración debemos estar conscientes de que la voluntad de Dios es la que se hace primero. Jesús nos lo enseño en el Padrenuestro: «Hágase tu voluntad aquí en la tierra, como en el cielo…». Si la voluntad de Dios es que se realice lo que pedimos, así será, de lo contrario, aunque hagamos berrinche, como los niños cuando quieren algo de sus padres, no lo obtendremos. Cuando un papá sabe que algo que está pidiendo su niño no le conviene, aunque éste haga berrinches, no se lo dará. Así es nuestro Padre celestial, si sabe que algo no nos conviene, nunca estará en su voluntad concedérnoslo.
IV.- En el Espíritu (Lenguas).
«Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios» (Rm 8, 26-27).
Quien ha recibido el don de lenguas es conveniente que lo use en la oración. Cuando se ora en lenguas es el Espíritu Santo mismo el que ora y él sabe cómo pedir a Dios pues conoce hasta nuestros secretos y sabe lo que realmente necesitamos. Esos sonidos inefables (en lenguas) llegan a Dios y Él sabe cómo interpretarlos en favor del que ora.
V.- Con fe y confianza.
«Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis» (Mc 11, 24
Creer que ya lo hemos recibido es tener plena confianza en aquel a quien le pedimos. Dios siempre escucha y atiende nuestra suplica. Si nos conviene, siempre obtendremos lo que pedimos.
VI.- En todo momento, con alegría
«Estad siempre alegres. Orad constantemente» (1 Ts 5, 16-17). El Padre Pio decía que la oración siempre debe hacerse sonriendo. San Pablo nos pide que esa oración debe ser en todo momento, y bajo cualquier circunstancia, debe ser con alegría.
5. Formarse Buenos Hábitos de Oración
1.- En un lugar definido (Mat. 6:6), en un tiempo definido, con un deseo definido (meta): Lo ideal es establecer un lugar y una hora específica para todos los días. Así nos acostumbraremos a la oración y nos hará falta, tanto como la hora del almuerzo nos provoca siempre hambre y buscamos la comida a la misma hora todos los días. Así nuestro espíritu, si ya tenemos un lugar y una hora fija para todos los días, con el tiempo nos acostumbraremos tanto que nos hará falta si omitimos algún día nuestra oración, como cuando dejamos un día de comer el desayuno, almuerzo o la cena.
2.- Con un método: Al principio, cuando no estamos acostumbrados a orar, nos será muy difícil comenzar y hacer que surjan las palabras, si no usamos un método. Puede ser, por ejemplo, leyendo una porción de la palabra (escuchándole), esto no quiere decir que no pueda haber oración sin leer antes la palabra de Dios, pues El puede llevarnos a unirnos con El en el momento que le plazca, pero al comenzar a orar en tiempos de frialdad, sequedad o aridez, leer la Biblia nos hará escuchar al Señor y esto será el alimento para nuestra oración. Un solo versículo, una sola frase o palabra, son suficientes para conducirnos a la oración. Un salmo o parte de un salmo, son los más idóneos para conseguir entrar en oración.
Para ello es un buen método usar la lectio divina.
3.- Guarda silencio y escucha. Deléitate el resto del día con lo que han hablado y permítele estar en tu pensamiento en cada cosa que hagas.
4. Acostumbrarse a las visitas al Santísimo: un lugar especial para orar cara a cara con Jesús es ante el Santísimo. Si en tu comunidad tienes la oportunidad de visitarlo con frecuencia, ese será un hábito excelente para poder entrar con mucha más facilidad en oración.
TAREAS:
- Empieza a pedir, en tu oración personal, por tu comunidad carismática, por algún hermano en especial o algún amigo que sabes que necesita de tus oraciones.
- Lee y apréndete esta cita lema: «Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt 26, 41).
- Lectura continuada: lee el capítulo 6 del Evangelio de San Mateo, para que en la próxima clase lo compartas con tu grupo de reflexión.