Martín Lutero en Perspectiva Ecuménica.
(Por Pbro. José Benjamín Castillo Pineda)
La Iglesia a lo largo de la historia ha pasado por diversos momentos que han dejado huella imborrable en ella. Entre esos momentos, quiero detenerme en la figura de Martin Lutero, el hombre que buscó provocar en la Iglesia de su época, la necesidad de una reforma. Pero esta imagen de Lutero a lo largo de cinco siglos ha cambiado con frecuencia, pues dependiendo de dónde y cómo se ha interpretado su pensamiento, las opiniones han sido diversas. Es por eso que para el desarrollo de este análisis, se hará una mayor y especial referencia al libro escrito por Walter Kasper: «Martin Lutero, una perspectiva ecuménica»1.
Partimos del hecho de que en estos tiempos, es casi imposible hablar de Martín Lutero de un modo neutral, pues casi siempre, apenas se escucha su nombre, la gente empieza a dar opiniones y argumentos basados solo en lo que comúnmente se ha escuchado y en esos comentarios generalmente se demoniza a Martin Lutero, haciendo caer solo en él toda la culpa. Pero separando lo que es polémico de las cosas buenas de la Reforma, los católicos ahora, en comunión con el Papa Francisco son capaces de prestar sus oídos a los desafíos de Lutero para la Iglesia de hoy, reconociéndole como un testigo del Evangelio. Es así que después de siglos de mutuas condenas, los católicos y los luteranos en 2017 conmemoran por primera vez juntos los 500 años del comienzo de la Reforma. Esto sin duda es un signo de humildad y reconocimiento que la Iglesia hace, pues aun siendo santa, sigue estando necesitada de purificación.
Así, como en el año 1517 Martín Lutero se reveló ante lo que él consideraba abusos en la Iglesia de su tiempo haciendo públicas sus 95 tesis, hoy se celebra el 500 aniversario de este acontecimiento crucial en el movimiento de la Reforma que ha marcado la vida de la Iglesia occidental a lo largo de cinco siglos. Después de extensos y a veces difíciles debates sobre la conveniencia de celebrar una ruptura, se ha llegado a la conclusión que si se pone el énfasis en Jesucristo y en su obra reconciliadora como centro de la fe cristiana, se podría participar en las celebraciones del aniversario, pues en esta celebración se deben eliminar condenas y debe prevalecer un ambiente misericordia y reconciliación y ver la reforma impulsada por Lutero como fuente de purificación para la Iglesia de nuestro tiempo que debe estar abierta a reconocer sus debilidades humanas y buscar su purificación.
1. Contexto histórico de los hechos
El tiempo en el que nació Martin Lutero (10 de noviembre de 1483) y durante su vida, eran tiempos de cambio, pues se vivían las postrimerías del Medievo con un número innegable de situaciones anómalas en la Iglesia y entre ellas se mencionan algunas: La preponderancia de la piedad meramente exterior, la exigencia de una reforma de la Iglesia en la cabeza y los miembros; el prestigio del papado había quedado muy comprometido por el cisma de Occidente (1378-1417), en la teología reinaba la confusión y en especial en la doctrina de la Gracia, además de esto, se agrega la invención de la imprenta, la revolución de Copérnico, y otro suceso de gran relevancia fue el descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón.
Todo este ambiente llevó a que muchos se sintieran al comienzo de una nueva época, es decir, se estaba viviendo un momento de transición entre dos momentos de la historia. Por tanto, teniendo bien claro este punto se podrá entender a Lutero como un hombre hijo de su tiempo y no del nuestro, además este carácter de transición lo vivía la misma Iglesia, sobre todo en Alemania, donde existía un descontento con el Papa y la Curia que practicaba las indulgencias y que provocaban la generación de una nueva piedad laical, la cual conoció Lutero durante su tiempo de estudiante y desde el momento en que él ingresa a la orden reformista de los eremitas agustinos ya se puede ir vislumbrando lo que vendría más tarde en la vida de este hombre reformista2, que estando ya en su comunidad religiosa se sintió atraído por una piedad mística que se alejaba de la piedad meramente exterior que algunos practicaban en su época pues su vida interior era ejemplar y así buscaba reafirmar su fe y su amor a la Palabra de Dios.
Por otra parte, Alemania y toda Europa, en los años 1520 estaban inundadas de escritos polémicos y de imágenes diseñadas por caricaturistas y grandes artistas de la época que expresaban diversas realidades. Lutero era dibujado como el Hércules alemán, mientras que sus adversarios lo representaban como una figura diabólica que representaba el conflicto entra Dios y el diablo y por eso se representaba a Lutero como un jabalí que había invadido la viña del Señor3 y de ese modo inicia una controversia que va a terminar con la excomunión el 3 de enero de 1521 por el Papa León X a través de la bula Exsurge Domine, la cual Lutero quemó públicamente junto con un ejemplar del Corpus Iuris Canonici, en la plaza de Wittenberg, dando origen así a una serie de ataques debido a la dureza de la Iglesia en su momento, y el no estar dispuesta a aceptar y promover una urgente reforma que era necesaria en su tiempo.
2. Las aspiraciones de Martin Lutero dentro de la Iglesia
Para entender el pensamiento de Lutero se debe alcanzar cierta madurez y así verlo no como un enemigo sino como el hombre que buscaba, al igual que muchos, una reforma dentro de la Iglesia y para Kasper, todas estas aspiraciones de Lutero parten de una pregunta fundamental que él se hacía: ¿Cómo consigo un Dios clemente? Ese era el problema existencial de Lutero que le acosaba personalmente a raíz de la predicación de las indulgencias pues según él, ahí se predicaba una engañosa certeza de salvación y junto a esa consideración se une la errónea interpretación que hizo de la carta a los romanos (1,17) donde él afirma que en el Evangelio, la justicia de Dios se revela por la fe para la fe. Así va a abogar por una interiorización del ser cristiano pero con una aspiración profundamente mística y es por eso que se debe reconocer que sus aspiraciones de reforma no eran de un cismático, mucho menos de un hereje sino de un auténtico católico que movido por sus ideales va a pegar sus noventa y cinco tesis contra las indulgencias en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg y estas tesis viéndolo desde otra perspectiva no eran un documento revolucionario de un enemigo de la Iglesia, como interpretan muchos, sino un documento hecho por un sacerdote católico y teólogo, que alzó su voz para invitar a un debate o reflexión profunda sobre ese problema, que lastimosamente nunca tuvo lugar pues la Iglesia se cerró al debate y al diálogo.
Con estas noventa y cinco tesis contra las indulgencias, en el fondo Lutero no buscaba dividir ni mucho menos crear una nueva iglesia, sino que buscaba despertar en la jerarquía eclesiástica la necesidad de una urgente reforma que buscara la renovación de la Iglesia católica y del cristianismo entero. Como ya se ha dicho, su ideal no era crear una iglesia de la reforma pero sí se debe aceptar que esta iniciativa produjo el origen de un movimiento reformador a raíz del enorme eco que tuvo su exigencia y pensamiento. Este actuar de Lutero era movido por su deseo de hacer presente el Evangelio de la gloria y la gracia de Dios, y esa reforma por la que estaba interesado viene basada en el contexto de su teología de la penitencia y del llamamiento a la conversión, por eso hay que insistir en decir, según la reflexión de Kasper, que Lutero no era un reformador sino más bien un reformista y su meta era la renovación de la Iglesia Católica4. Este fue siempre su ideal y por el cual se ganó el rechazo de muchos, incluyendo la jerarquía de la Iglesia a la cual pertenecía, y todo esto lo hacía porque la amaba, pues era consciente que esta Iglesia es santa y a la vez siempre está necesitada de purificación.
2.1 Consecuencias de las aspiraciones de Martin Lutero
Después de desarrollar todo este ambiente en el cual se da esta intervención justa y necesaria de Lutero en la historia de la Iglesia, surge la cuestión del por qué no fue posible llegar a la tan ansiada renovación del cristianismo sino que todo esto tuvo que acabar en una división con considerables consecuencias que se extienden por quinientos años. La reforma, sin duda, es un proceso histórico sumamente complejo donde las condenas no llevan a ningunas conclusiones y el hecho es que el llamamiento de Lutero no fue escuchado por los obispos de la Iglesia de la su época y en vez de reaccionar con humildad, arrepentimiento y con las reformas necesarias, la respuesta fue con la condena y posterior excomunión, y ante esto ¿Qué se puede decir? Kasper responde afirmando que «Roma tiene parte de culpa, de hecho, una medida bien colmada de ella, en que la reforma de la Iglesia se convirtiera en una reforma que dividió a la Iglesia»5.
Cuando en la Iglesia no se escuchó su llamamiento a la penitencia y a la reforma, en Lutero se fue formando poco a poco la idea de que el Papa, que se oponía a sus doctrinas, era el anticristo profetizado en la segunda carta a los tesalonicenses (2,4) y esto debido a que Lutero estaba muy apegado a una conciencia apocalíptica y se veía a sí mismo partícipe en la lucha escatológica final entre Cristo y el anticristo y he aquí una razón muy poderosa para su cambio en el planteamiento del problema, porque esa conciencia apocalíptica no le permitió una posición de apertura al diálogo ya que él sabía que con el anticristo no se dialoga y por tanto solo se debe oponer a él con firmeza.
Es así como al llegar a este nivel en su pensamiento, va a terminar en 1517 convirtiéndose en reformador, aunque él nunca se calificó a sí mismo como tal; todo esto viene a desatar el enfrentamiento de Lutero contra la Iglesia a tal punto que dará mayor relevancia al sacerdocio común de los fieles sobrepasando lo que los Padres de la Iglesia ya habían dicho sobre este tema, además va a cuestionar la raíz del papado y de la Iglesia, también va a rechazar su orden sacramental y a negar la constitución jerárquica, pero toda esta rebelión realizada por alguien, podríamos decir, resentido al no escuchársele sus peticiones, va a tener su punto culmen cuando decide quemar la bula pontificia que lo amenazaba con la excomunión en 1520 y luego esta ruptura va a tener nivel canónico en 1521 cuando cobró efecto la excomunión, y hay una frase célebre dicha por Lutero que se podría considerar como la expresión clara del conocimiento de sus acciones apoyado en su libertad: «No puedo sostener otra cosa; esta es mi postura ¡Que Dios me ayude!»6.
3. La iglesia y su valoración ecuménica ante la reforma de Lutero
Llegando a este punto, para ir cerrando esta reflexión, debemos centrarnos en la actitud que tomó la Iglesia pero sin abandonar el contexto en el que se dan los hecho y así evitar caer en un anacronismo, pues hay que reconocer que cuando la evolución de los acontecimientos había ido ya muy lejos, el Papa Pablo III convocó, ya demasiado tarde, un concilio ecuménico que se celebró en Trento a partir de 1545 y el hecho de que se haya respondido muy tarde se debió a razones no solo teológicas sino también políticas de su tiempo, pero lejos de la realización de este concilio, la ruptura ya era un hecho y difícilmente podía cambiar la realidad y es por eso que a la Iglesia no le tocará más que tomar una actitud de defensa y contrarrestar los errores de sus hijos separados, que cada vez iban en aumento en diferentes lugares.
Cabe destacar que la reforma católica no solo fue motivada por las doctrinas de Lutero, ya que desde el siglo XV abundaba la crítica bíblica y abierta en contra de la Iglesia y los esfuerzos críticos de reforma. Tampoco la reforma católica se limitó a ser una reacción a posteriori a la crítica de Lutero pues llevaba ya mucho tiempo en el ambiente. La reforma fue sin duda un importante eslabón en la cadena de conexiones del siglo XVI y tanto la Iglesia católica como la surgida de la reforma se entienden así mismas como Iglesias en continua renovación y reforma y posteriormente el ecumenismo ha enriquecido a ambas iglesias y los diálogos entre ellas han puesto de manifiesto que algunas discordias se deben a malos entendidos y entre las disparidad se pueden encontrar ciertas convergencias, pero para llegar hasta este nivel, la Iglesia católica y la luterana a debido pasar por una etapa de profunda reflexión y purificación.
Estas Iglesias ya no pueden seguir enfrentadas ni tampoco coexistir desde la auto suficiencia; deben convivir y salir juntas una al encuentro de la otra porque un diálogo auténtico solo pueden llevarlo a cabo personas que tengan un punto de vista definido pero que estén dispuestas a escucharse recíprocamente y a aprender unas de otras y para una plena eficacia de este diálogo se debe reconocer la verdad del otro así como sus propias debilidades y decir sus propios argumentos de modo no hiriente ni polémico, sino en la caridad cristiana7. Ya han pasado 500 años de esos hechos y la Iglesia cada día busca el diálogo ecuménico a través de los últimos Papas que durante su ministerio Petrino han buscado la unidad en medio de la diversidad, abiertos a todos los hombres de buena voluntad y así poder dar testimonio de Dios y de su misericordia que ama a todos por igual.
3.1 Valoración de Lutero en la hora del ecumenismo
Martin Lutero es valorado de una manera más positiva por la Iglesia Católica pero no se puede hablar de una plena aceptación de su doctrina y de su actuación. Para un católico, el protestantismo equivale a un cristianismo siempre más o menos mutilado, sin embargo ya no se puede decir que la Iglesia Católica no quiere saber nada de Lutero como en los tiempos de la reforma. Hoy la Iglesia se muestra interesada en el tema pues la historia demuestra que las tesis de Lutero, si bien no lograron convertirse en fermento de una renovación de la única Iglesia, no dejaban por ello de entrañar una gran promesa de un largo porvenir doctrinal y religioso8.
El Papa Benedicto XVI reconoció las maneras en que tanto la persona como la teología de Martín Lutero presentan un desafío a la teología católica hoy. Es por eso que el Papa Benedicto ha dicho que lo que constantemente inquietó a Lutero, constituyéndose en su pasión más profunda y la fuerza directriz de todo el camino de su vida, fue la pregunta sobre Dios: ¿Cómo he de encontrar a un Dios generoso? Esta pregunta le golpeó en el corazón y se estableció en la base de toda su búsqueda teológica y lucha interna. Para él, la teología no era una mera ocupación académica, sino la lucha por uno mismo, que a su vez era una lucha con y por Dios. ¿Cómo he de encontrar a un Dios generoso? esta pregunta fue el impulso rector de toda su vida. Porque ¿Quién se preocupa actualmente por este asunto, incluso entre los creyentes? ¿Qué significa la pregunta sobre Dios en nuestras vidas y en nuestra predicación? Hoy, la mayoría de la gente, incluso cristiana, parte del presupuesto de que a Dios no le interesan fundamentalmente ni nuestros pecados ni nuestras virtudes; en estos argumentos se prueba el deseo profundo del dialogo ecuménico9.
Los principios católicos del ecumenismo se centran en varios aspectos: la unidad y unicidad de la Iglesia, la valoración teológica de las demás comunidades cristianas y la comprensión del ecumenismo a la luz de esos presupuestos. La Iglesia existirá siempre como un acontecimiento dialógico, en el que cada uno de los miembros, según su propia función y capacidad, va avanzando libremente en la fe, esperanza y caridad. Por eso la eclesiología de comunión del concilio Vaticano II presupone que el diálogo es un elemento esencial dentro de la vida de la Iglesia. Para abrirse al diálogo se debe tener conciencia de la unidad que Cristo mismo ha querido entre sus seguidores y de ese modo se estará dando un testimonio creíble ante el mundo, pues seguir a Cristo implica hacerlo presente en el mundo siendo signos de unidad cristiana.
3.2 Martin Lutero, testigo de Jesucristo
El autor Joan Busquets hace referencia en su libro sobre el documento oficial más importante sobre Lutero, que es la declaración publicada por la Comisión mixta católico-luterana en el año del quinto centenario de su nacimiento que lleva por título «Martin Lutero, testigo de Jesucristo» donde se dan argumentos importantes sobre la figura del reformador, pues durante siglos, Lutero fue juzgado de formas diametralmente opuestas. Para los católicos fue durante mucho tiempo el hereje por excelencia. Se le reprochaba ser la causa misma del cisma de Occidente; por parte protestante, desde el siglo XVI, se ha glorificado a Lutero como héroe de la fe, glorificación a la que frecuentemente se añade su exaltación como héroe nacional, pero sobre todo, Lutero fue comúnmente considerado como el fundador de una nueva Iglesia.
En nuestros días, los estudios protestantes y católicos sobre Lutero, al igual que los estudios bíblicos, han abierto el camino en las dos Iglesias para un acuerdo en torno a la aspiración central de la reforma luterana. La toma en consideración del condicionamiento histórico de nuestras formas de expresión y de pensamiento ha contribuido igualmente a hacer que se reconozca igualmente en los medios católicos el pensamiento de Lutero como una forma legítima de la teología cristiana, precisamente en lo concerniente a su doctrina sobre la justificación10. Lutero es maestro común de quien podemos aprender también los católicos en la afirmación de que Dios debe seguir siendo constantemente Dios y que nuestra respuesta humana más esencial debe seguir siendo la confianza absoluta y la adoración de Dios.
3.3 Caminar con Lutero
Hoy Lutero está más cerca y juntos se puede caminar hacia el Evangelio y aunque rebelde, hoy es más aceptado como profeta y reformador cristiano y este mejor conocimiento del verdadero Lutero y de su auténtico mensaje ha venido acompañado de una reflexión crítica y sobre todo, de una intensa profundización que afecta al verdadero católico, porque el avance ecuménico es inseparable del retorno a las fuentes. Hoy en este tiempo, el Papa Francisco también ha dado un gran aporte sobre esta iniciativa de caminar juntos y que lleva ya varios años desarrollándose dentro de la Iglesia, pues se debe predicar de palabra y de testimonio con hechos concretos que manifiesten al mundo los ideales de Cristo que siempre pide unidad entre los cristianos y es por eso que el Papa Francisco busca continuar esta iniciativa de diálogo ecuménico y en uno de sus varios encuentros ha manifestado su deseo con palabras sabias y fraternas:
«A la luz del camino de estas décadas y de tantos ejemplos de comunión fraternal entre luteranos y católicos de los que hemos sido testigos, confortados por la confianza en la gracia que nos da el Señor Jesucristo, estoy seguro de que sabremos proseguir nuestro camino de diálogo y comunión, haciendo frente también a las cuestiones fundamentales, e igualmente a las divergencias que surgen en ámbito antropológico y ético. Ciertamente, las dificultades no faltan, ni faltarán; requerirán una vez más paciencia, diálogo, comprensión recíproca, pero ¡no nos asustamos!. Sabemos, como recordaba Benedicto XVI, que la unidad no es en primer lugar fruto de nuestro esfuerzo, sino de la acción del Espíritu Santo al que tenemos que abrir nuestros corazones con confianza para que nos lleve por la senda de la reconciliación y la comunión. El Beato Juan Pablo II se preguntaba: ‘¿Cómo anunciar el Evangelio de la reconciliación, sin al mismo tiempo esforzarse en trabajar por la reconciliación de los cristianos?’ Que la oración fiel y constante en nuestras comunidades pueda sostener el diálogo teológico, la renovación de la vida y la conversión de los corazones para que, con la ayuda de Dios uno y trino, podamos caminar hacia el cumplimiento del deseo del Hijo, Jesucristo, que todos sean uno»11.
Adamas de esto, en el más reciente encuentro con los luteranos, el Papa Francisco ha dicho que se debe manifestar el deseo común de permanecer unidos a él Señor para tener vida. Le pedimos: Señor, ayúdanos con tu gracia a estar más unidos a ti para dar juntos un testimonio más eficaz de fe, esperanza y caridad, adamas, el Papa ha resaltado que los católicos y luteranos hemos empezado a caminar juntos por el camino de la reconciliación. Ahora, en el contexto de la conmemoración común de la Reforma de 1517, tenemos una nueva oportunidad para acoger un camino común, que ha ido conformándose durante los últimos 50 años en el diálogo ecuménico entre la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica, además el Papa afirma que no podemos resignarnos a la división y al distanciamiento que la separación ha producido entre nosotros y de la oportunidad de reparar un momento crucial de nuestra historia, superando controversias y malentendidos que a menudo han impedido que nos comprendiéramos unos a otros.
Aquí se da también una importante invitación a mirar con amor y honestidad a nuestro pasado y reconocer el error y además, pedir perdón pues solamente Dios es el único juez. Se tiene que reconocer con la misma honestidad y amor que nuestra división se alejaba de la intuición originaria del pueblo de Dios, que anhela estar unido, y ha sido perpetuada históricamente por hombres de poder de este mundo más que por la voluntad del pueblo fiel, que siempre y en todo lugar necesita estar guiado con segregue buen Pastor. El Papa ha dicho que la separación entre católicos y luteranos ha sido una fuente inmensa de sufrimientos e incomprensiones pero también nos ha llevado a caer sinceramente en la cuenta de que sin Él no podemos hacer nada, dándonos la posibilidad de entender mejor algunos aspectos de nuestra fe12. La Iglesia atraviesa tiempos nuevos y por eso se reconoce este giro que antes hubiera sido imposible, pero así se demuestra una vez más que todo se va dando de acuerdo a la inspiración que le viene de lo alto y al pensar en Lutero, si él hubiera poseído una sólida y legítima formación católica, tal vez hubiera salido airoso en sus luchas interiores y en sus dudas intelectuales, pero resulta que la formación escolástica de Lutero era nominalista y en su teología solo encontró tinieblas y confirmación de sus extravíos13. Pero todo esto debe hoy verse desde otra perspectiva, no se trata de juzgar y condenar sino de aprender y buscar no repetir los errores del pasado.
Lutero fue durante largo tiempo el hereje por antonomasia, culpable de la división de la Iglesia occidental. Tiempos, por fortuna, ya del pasado. El estudio sobre Lutero en el siglo XX imprimió un importante giro en la comprensión del reformador: llevó al reconocimiento de la aspiración genuinamente religiosa de Lutero, a un juicio más justo sobre el reparto de culpas por la división de la Iglesia y, por influencia del ecumenismo, a la recepción de algunos planteamientos de Lutero y, no menos importante, sus himnos litúrgicos. Muchos ecumenistas se han acercado al reformador para salir al público con biografías conformes con la verdadera imagen del personaje. Todo ello, claro es, tampoco impide afirmar que entre las Iglesias subsisten puntos controvertidos. De ahí la esperanza de que el V Centenario nos acerque más a la unidad ya que difícilmente se habría podido imaginar que los católicos cantarían hoy en los oficios religiosos himnos litúrgicos por él compuestos, pues él sostuvo que la razón de su separación de la Iglesia, por encima de miserias y deficiencias, era doctrinal pues pretendió una reforma en la Iglesia que fuera la vuelta permanente de la Iglesia a su misión de predicar, entendida de un modo ecuménico y universal como el examen y la autocrítica continua de su vinculación al mensaje del Evangelio.
1. Libro escrito con motivo de la celebración, en el año 2017 de los 500 años de la reforma protestante. En este libro se hace una valoración justa y ecuménica del legado de Lutero, impulsor de la reforma.
2. Cf. W. KASPER, « Martin Lutero, una perspectiva ecuménica»,11-21.
3. Cf. M. MARIO, Martin Lutero, 7-8.
4. Cfr. W. KASPER, Martin Lutero, una perspectiva ecuménica, 23-30.
5. W. KASPER, Martin Lutero, una perspectiva ecuménica, 34.
7. Cf.W. KASPER, Martin Lutero, una perspectiva ecuménica, 5-67.
8. Cf. B. JOAN ¿Quién era Martin Lutero?, 274
9. Cf. BENEDICTO XVI, «Encuentro con el Consejo de la Iglesia Evangélica en Alemania», 23 de septiembre, 2011, www.vatican.va
10. Cf. B. JOAN ¿Quién era Martin Lutero?, 280
11. Cf. PAPA FRANCISCO «Discurso a la Federación Luterana Mundial y a los representantes de la Comi-sión para la Unidad Luterano-Católica», (21/10/2013), www.aciprensa.com
12. Cf. PAPA FRANCISCO « Discurso con motivo de la oración ecuménica conjunta en la Catedral luterana de Lund, Suecia», (31/10/ 2016), www.aciprensa.com
13. Cf. F. J. MONTALBÁN, Los orígenes de la reforma protestante, 62.