Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches), queridos hermanos. Les damos una cordial bienvenida a la casa de Dios para celebrar la sana misa de este lunes de la Octava de Pascua, que es la única ocasión en el año en que todos los días de una semana se celebran con categoría de solemnidades.
Durante esta octava, escuchamos en el evangelio las apariciones de Jesús Resucitado, y, como primera lectura, comenzamos a leer el libro de los Hechos, a partir de la catequesis de Pedro sobre Cristo Resucitado el día de Pentecostés.
Con la alegría de saber que Cristo venció la muerte y camina con nosotros, comencemos esta santa misa con el canto de entrada. De pie y cantemos jubilosos.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-23)
Al iniciar la Octava de Pascua como primera lectura comenzamos a leer el libro de los Hechos, a partir de la catequesis de Pedro sobre Cristo Resucitado el día de Pentecostés
Escuchemos esta primera predicación de Pedro, que es una catequesis clara y contundente
sobre la persona de Jesús, dirigida precisamente a los habitantes de JerusaIén, los que habían estado más directamente implicados en su muerte
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-23
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra:
—«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
«Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
exulta mi lengua,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me entregarás a la muerte.
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me has enseñado el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia».
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que «no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción», hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 15)
En el salmo 15 tenemos un ejemplo muy claro de cómo la primera generación «cristianizaba» los salmos, interpretándolos desde Cristo. Alabemos a Dios por la resurrección de Jesús y unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.
Monición al Evangelio (Mateo 28, 8-15)
Comenzamos a escuchar los relatos de las apariciones de Jesús en esta Octava de Pascua. El evangelio de hoy contiene dos episodios relacionados con la resurrección del Señor, contados por san Mateo. Cantemos el aleluya para luego escuchar esta Buena Noticia.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
—«Alegraos».
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
—«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:
—«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros».
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Como las mujeres del Evangelio, acojamos con alegría el anuncio de la resurrección y pidamos al Señor:
Haznos testigos tuyos, Señor.
- Por la santa Iglesia, para que tenga cada vez más conciencia de que es la comunidad pascual, generada por Cristo humillado en la cruz y glorificado en la resurrección. Oremos.
- Por el Santo Padre Francisco, los obispos y los sacerdotes, para que lleven a los hombres el anuncio de Cristo resucitado que concede alegría, esperanza y salvación para todos. Oremos.
- Por todos los gobernantes de las naciones, para que no cierren los ojos ante la verdad por el deseo de poder, sino que acojan con honestidad y disposición incluso las noticias incómodas y busquen siempre el diálogo sincero con los diferentes sectores sociales. Oremos.
- Por los sufren en el cuerpo y se esfuerzan por aceptar el dolor y convivir con él, para que puedan sentirse visitados por Cristo muerto y resucitado, tocados por su amor y para que, aprendiendo a entregarse en sus manos, empiecen a esperar en en Él que se haga realidad la promesa de una vida nueva. Oremos.
- Por todos nosotros, reunidos en torno al altar del resucitado, para que la participación en esta santa misa nos mueva a compartir con los demás la alegría de la pascua. Oremos.
Presidente: Padre de misericordia, que has querido entregarnos a tu Hijo por nuestra salvación, haz que acojamos tu don de amor y llevemos como redimidos el anuncio con nuestra vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Alegres y agradecidos con Dios por la resurrección de Jesús, llevemos ahora al altar nuestros dones de pan y vino. Cantemos todos.
Comunión
Cristo, en su última cena, decidió quedarse con nosotros en el pan y el vino que ahora podemos acudir a recibir. Hagámoslo con fe y cantando.
Final
Queridos hermanos, así como las mujeres del Evangelio de hoy fueron a comunicar a los demás la alegría de la resurrección de Cristo, al finalizar esta misa nos vamos también nosotros presurosos a transmitir el mensaje de la pascua.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 3 La Pascua día tras día, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1999; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo de Cuaresma y Pascua, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.