Monición de entrada
Queridos hermanos, hoy cerramos la primera semana de Adviento, en la que estamos escuchando a Isaías, el maestro de la esperanza. Él nos va proponiendo el programa que tiene Dios, lleno de gracia salvadora. Nos sigue llamando cada día a dejar el pesimismo y mirar con ilusión hacia el futuro.
Y porque no queremos ser pesimistas, sino fortalecernos con la Palabra de Dios y los sacramentos, hoy estamos en este lugar para celebrar la Santa Misa. Abramos nuestros corazones para que Dios los sane y vende sus heridas, y comencemos esta misa con el canto de entrada. De pie, por favor.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Isaías 30, 19-21. 23-26)
Usando símiles de la vida agrícola, el profeta Isaías habla a un pueblo que está desanimado, destrozado política y religiosamente. A nosotros también hoy nos dirige su palabra de ánimo, para anunciarnos que Dios no nos olvida, sino que está cerca de nosotros, escuchándonos y llamándonos por nuestro nombre.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 30, 19-21. 23-26
Así dice el Señor, el Santo de Israel:
«Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén,
no tendrás que llorar,
porque se apiadará a la voz de tu gemido:
apenas te oiga, te responderá.
Aunque el Señor te dé
el pan medido y el agua tasada,
ya no se esconderá tu Maestro,
tus ojos verán a tu Maestro.
Si te desvías a la derecha o a la izquierda,
tus oídos oirán una palabra a la espalda:
«Éste es el camino, camina por él».
Te dará lluvia para la semilla
que siembras en el campo,
y el grano de la cosecha del campo
será rico y sustancioso;
aquel día, tus ganados pastarán
en anchas praderas; los bueyes
y asnos que trabajan en el campo
comerán forraje fermentado,
aventado con bieldo y horquilla.
En todo monte elevado,
en toda colina alta,
habrá ríos y cauces de agua
el día de la gran matanza,
cuando caigan las torres.
La luz de la Cándida será
como la luz del Ardiente,
y la luz del Ardiente será
siete veces mayor,
cuando el Señor vende la herida de su pueblo
y cure la llaga de su golpe».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 146)
El Dios cercano, del que nos hablaba la primera lectura, vela por el bienestar de su pueblo, y si estamos heridos, o nuestros corazones están destrozados, él vendará nuestras heridas y reconstruirá lo que estaba destruido. Por eso alabemos a Dios con el salmo 146 diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 146, 1-2. 3-4. 5-6
R. Dichosos los que esperan en el Señor.
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel. R.
Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre. R.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados. R.
Monición al Evangelio (Mateo 9, 35—10, 1. 6-8)
El anuncio de esperanza del profeta Isaías, que escuchábamos en la primera lectura, se cumple en Cristo Jesús. En el texto de San Mateo de hoy se ve cómo Jesús está muy cercano y camina con su pueblo, ayuda a todos, no sólo a los que están llenos de vida, sino a los cansados, a los sumergidos en enfermedades y dolencias, a los que andan como ovejas sin pastor.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 35—10, 1. 6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:
—«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
A estos doce los envió con estas instrucciones:
—«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios.
Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: El Señor se conmueve ante las multitudes que encuentra y nos invita también a nosotros a tener su misma compasión por la humanidad. Por eso elevemos nuestra oración, voz de toda enfermedad, soledad, esperanza, diciendo con confianza:
En tu bondad, sálvanos, Señor.
- Por la Iglesia, llamada a anuncia el Reino de Dios, para que recorra incansablemente, como lo hizo Jesús, los caminos del mundo, anunciando gratuitamente a todos la belleza del Evangelio. Oremos.
- Por el Papa, los obispos y los sacerdotes, custodios del poder que Jesús ha confiado a sus discípulos, para que cada día tomen conciencia del don de su llamada y de la gran responsabilidad de transmitir a todos la paz del Señor. Oremos.
- Por los jóvenes llamados al sacerdocio, para que no acallen la voz del buen Pastor que los invita a seguirlo, y que la incertidumbre y el miedo sean reemplazados por la confianza en el amor que Dios les tiene y por el apoyo orante de la Iglesia. Oremos.
- Por los que gobiernan las naciones, especialmente por los de nuestro país, para que luchen por satisfacer las necesidades básicas de todos los pueblos, especialmente de los que padecen enfermedades graves y no tiene los recursos económicos para buscar la medicina. Oremos
- Por todos los enfermos, para que Jesús, que curaba toda enfermedad cuando pasaba por los pueblos, siga acompañando cada sufrimiento a través de hombres y mujeres que con solicitud y cuidado se interesan por la gran pobreza de hoy. Oremos
- Por todos nosotros, para que el Señor nos conceda siempre la certeza de creer que Él obra en la historia y en nuestra vida personal, y podamos reconocer los prodigios que cada día hace en nuestra vida. Oremos.
Presentación de las Ofrendas
Jesús pide hoy a sus discípulos que den gratis lo que gratis han recibido. Del fruto que hemos recibido del campo, hoy llevamos nuestras ofrendas al altar. Cantemos todos.
Comunión
«Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca,» hemos escuchado en el Evangelio de hoy. Jesús está cerca de nosotros y podemos tenerle más cerca si acudimos a recibirle en la sagrada Eucaristía. Vayamos cantando.
Final
Hermanos, al retirarnos a nuestros hogares, la Palabra nos invita a ser anunciadores de Dios, a comunicar nuestra esperanza a los demás. Vayamos a hacer el papel de Isaías en medio de nuestra sociedad, anunciando a alguien cerca de nosotros la Buena Noticia de la salvación a través de nuestra cercanía y de la esperanza que le contagiamos. Vayamos a ser «adviento» para alguien, porque comunicamos alegría, porque cuidamos de los enfermos o de los abandonados, porque nos acercamos al que sufre o está solo.
Les esperamos mañana en la misa dominical.
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Fuentes: Aldazábal, J. Enséñanos tus Caminos 1. Adviento y Navidad día tras día, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo de Adviento y Navidad, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia