Monición de entrada
Queridos hermanos, con mucho amor fraternal les recibimos y les damos la bienvenida a la celebración de esta Santa Misa, en el décimo octavo domingo del tiempo ordinario.
Venimos a celebrar la eucaristía con el mismo hambre de Dios con que las muchedumbres seguían a Jesús en el desierto.
Con muchas ansias de encontrarnos con Dios, comencemos cantando esta Santa Misa. De pie por favor.
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Moniciones para las Lecturas
Monición para todas las lecturas
Hoy el evangelio, y la primera lectura que lo prepara, junto con el salmo, describen los dones de Dios bajo la metáfora de la comida y la bebida. El profeta promete, de parte de Dios, bebida y comida que sacian de veras. Luego, Jesús, compadecido de la multitud, le da de comer, multiplicando los panes y los peces. Escuchemos con mucha atención.
Monición para cada una de las lecturas
Monición a la primera lectura (Isaías 55, 1-3)
Escuchemos la voz del profeta Isaías que se alza para invitar a los «pobres de Yahvé» a acercare a Dios y alimentarse con su palabra y no se dejen engañar por los que anuncian mentiras. Escuchemos nosotros también esa voz con atención.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 55, 1-3
Así dice el Señor:
«Oíd, sedientos todos, acudid por agua,
también los que no tenéis dinero:
venid, comprad trigo, comed sin pagar
vino y leche de balde.
¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta,
y el salario en lo que no da hartura?
Escuchadme atentos y comeréis bien,
saborearéis platos sustanciosos.
Inclinad el oído, venid a mí:
escuchadme, y viviréis.
Sellaré con vosotros alianza perpetua,
la promesa que aseguré a David».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 144)
Unámonos a todas las criaturas para alabar a Dios porque es bueno, y con el salmo 144 digamos todos:
Salmo responsorial: Salmo 144, 8-9. 15-16. 17-18
R. Abres tú la mano, Señor,
y nos sacias de favores.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R.
Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente. R.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R.
Monición a la segunda lectura (Romanos 8, 35. 37-39)
Dios nos ama incondicionalmente y de ese amor nada ni nadie nos puede separar. Escuchemos este hermoso himno de la Carta de San Pablo a los Romanos.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 35. 37-39
Hermanos:
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?
Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mateo 14, 13-21)
La bondad y el amor de Jesús se manifiestan claramente en el texto que escucharemos a continuación, tomado del Evangelio de San Mateo. Atentos escuchemos, que Dios quiere calmar nuestra hambre y nuestra sed.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 14, 13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos.
Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
—«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer».
Jesús les replicó:
—«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer».
Ellos le replicaron:
—«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces».
Les dijo:
—«Traédmelos».
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Oremos a Dios Padre, que está cerca de los que le invocan, y digámosle con confianza:
Padre, escúchanos.
- Por la Iglesia, para que siga abriendo nuevos horizontes de esperanza para el mundo. Oremos.
- Por gobernantes de las naciones, para que procuren tenazmente una mejor distribución de la riqueza. Oremos.
- Por los más necesitados en el mundo entero, especialmente por los que pasan hambre, para que el Señor, así como lo hizo con el pueblo de Israel, sacie el hambre espiritual y material de los más necesitados. Oremos.
- Por todos nosotros, para que descubramos los valores que encierra la misa dominical: la reunión fraternal, la participación de todos, la palabra, el banquete. Oremos.
Presidente: Señor, Dios nuestro, tú eres bueno con todos, cariñoso con todas tus criaturas. Abre tu mano y sácianos con los favores que te hemos pedido. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ofrendas
Acompañados con la alegría de nuestros cantos, llevemos al altar las ofrendas de pan y vino, que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Comunión
Consolidemos ahora la unidad de todo nuestro pueblo, acercándonos a comulgar. Comamos del pan que sacia nuestra hambre y nuestra sed.
Final
Hemos sido testigos de la presencia de Cristo en esta Santa Misa. Hemos comido del pan que da la vida. Ahora vayamos a dar testimonio de nuestra fe ante un mundo cada vez más hambriento y sediento de eternidad.
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