Monición de entrada
Queridos hermanos, sean bienvenidos a la celebración eucarística de hoy, en la que conmemoramos a todos nuestros fieles difuntos.
En este mes de noviembre la Iglesia nos invita con más insistencia a rezar y a ofrecer sufragios por los fieles difuntos del Purgatorio, hermanos nuestros que también han sido partícipes de la fragilidad humana y con quienes sentimos el deber de ofrecerles la ayuda de nuestra oración, a fin de que cualquier pecado venial, que todavía pudiera retrasar su encuentro feliz con Dios, sea definitivamente borrado.
Acogiendo una antigua tradición monástica, la Iglesia ha dedicado un día entero a la oración de sufragio por los fieles difuntos, fijando su fecha en el 2 de noviembre, inmediatamente después de la fiesta de Todos los santos.
Con la firme esperanza en la resurrección con Cristo, celebremos esta Santa Misa por nuestros familiares y amigos difuntos. De pie, cantamos.
Moniciones a las Lecturas
NOTA:
El Misal no fija unas lecturas concretas para este día: pone a disposición de
las comunidades todas las que hay en el apartado de exequias del Leccionario. Nosotros solo hacemos una propuesta.
Monición única para todas las lecturas
Las lecturas de hoy son un mensaje de esperanza para los que recordamos la muerte de nuestros familiares y amigos, y nos prepara a nosotros para nuestro encuentro con Dios. La muerte no es el final; si morimos con Cristo, también resucitaremos con él. Escuchemos este mensaje.
Monición para cada una de las lecturas
Monición a la Primera lectura (Is 25, 6a. 7-9)
Escucharemos ahora un pasaje que pertenece al llamado «Apocalipsis de Isaías». En el contexto de la invasión de Jerusalén por parte de los asirios, el profeta describe en este apocalipsis (o «revelación») el juicio de Dios.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 25, 6a. 7-9
Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará
para todos los pueblos, en este monte,
un festín de manjares suculentos.
Y arrancará en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos,
el paño que tapa a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
El Señor Dios enjugará
las lágrimas de todos los rostros,
y el oprobio de su pueblo
lo alejará de todo el país.
—Lo ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá:
«Aquí está nuestro Dios,
de quien esperábamos que nos salvara;
celebremos y gocemos con su salvación».
Palabra de Dios.
O bien:
Monición a la primera lectura (Lamentaciones 3,17-26)
Ante el fenómeno de la muerte, que nos aterroriza y nos trae muchas interrogantes, el libro de las lamentaciones nos trae hoy un mensaje de esperanza. Escuchémoslo con mucha atención.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de las Lamentaciones 3, 17-26
Me han arrancado la paz,
y ni me acuerdo de la dicha;
me digo: «Se me acabaron las fuerzas
y mi esperanza en el Señor».
Fíjate en mi aflicción y en mi amargura,
en la hiel que me envenena;
no hago más que pensar en ello,
y estoy abatido.
Pero hay algo que traigo a la memoria
y me da esperanza:
que la misericordia del Señor no termina
y no se acaba su compasión;
antes bien, se renuevan cada mañana:
¡qué grande es tu fidelidad!
El Señor es mi lote, me digo,
y espero en él.
El Señor es bueno para los que en él esperan
y lo buscan;
es bueno esperar en silencio
la salvación del Señor.
Palabra de Dios.
Monición al Salmo Responsorial (Sal 129)
Con el salmo 129, manifestemos nuestra esperanza en en el Señor de la vida, diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 129, 1-2. 3-4. 5-6. 7. 8
R. Desde lo hondo a ti grito, Señor.
O bien:
R. Espero en el Señor, espero en su palabra.
Desde lo hondo a ti grito, Señor,
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿Quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R.
Y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.
O bien:
Monición al salmo Responsorial (Sal 121)
Con el salmo 121 canta sentimientos de alegría ante la perspectiva de vida en la
casa del Señor, porque estamos convencidos de que al final del camino seremos
invitados a participar de la vida gloriosa de aquel en quien creemos. Unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 121, 1-2. 3-4a. 4b-5
R. Vamos alegres a la casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R.
Monición a la segunda Lectura ( Romanos 14, 7-9.10c-12 )
Ahora escuchemos un texto de la carta de San Pablo a los romanos, en el que nos hace saber cuál es el punto de referencia a partir del cual se entiende la vida y la muerte de un cristiano. Escuchemos.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-9.10c-12
Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor.
Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está escrito:
«Por mi vida, dice el Señor,
ante mí se doblará toda rodilla,
a mí me alabará toda lengua».
Por eso, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo.
Palabra de Dios.
O bien:
Monición a la segunda lectura (Tesalonicenses 4, 13-14.17-18)
La muerte de un ser querido siempre nos produce tristeza y nos deja un vacío enorme. Ante esa realidad, San Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, nos trae un mensaje de consuelo y esperanza. Escuchémoslo.
SEGUNDA LECTURA
lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-14. 17b-18
Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza.
Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Juan 6,37-40)
Entre los mensajes de esperanza que la liturgia nos ofrece este día, escuchemos, del Evangelio de San Juan, un discurso de Jesús, en el que nos revela la voluntad de Dios: un designio de vida y de salvación ofrecido a todos los hombres.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 37-40
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
—«Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».
Palabra del Señor.
O bien:
Monición al Evangelio (Juan 6, 51-58)
La eternidad es nuestra mayor aspiración. Resucitar con Cristo es nuestro mayor anhelo. Jesús, en el texto que escucharemos de San Juan, nos enseña un camino para conseguir ese objetivo.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
—«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Disputaban los judíos entre sí:
—«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
—«Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Palabra del Señor.
O bien:
Monición al Evangelio (Jn. 14, 1-6)
Del Evangelio de San Juan escucharemos un mensaje consolador de parte de Jesús para quienes pensamos en los difuntos y en nuestra propia muerte. Cantemos para preparar nuestro corazón y recibir este mensaje.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-6
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así; ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
—«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
—«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
A Cristo, que ha vencido la muerte con su cruz y su resurrección, elevemos nuestra oración confiada diciendo todos: «Señor, Tú que has vencido la muerte, escúchanos»
- Por todos los bautizados, para que siempre den testimonio de la esperanza y la confianza en la vida eterna, viviendo en la búsqueda y en la espera del Reino de los Cielos. Roguemos al Señor.
- Por los que gobiernan las naciones, para que luchen por conseguir la paz y evitar tanta muerte violenta, producto de los conflictos que enfrentan a las naciones y a nuestra sociedad. Roguemos al Señor.
- Por los médicos y los que trabajan en el campo de la salud, para que, ante el hombre que sufre, el anciano, el discapacitado, el enfermo en estado terminal, no sean indiferentes y fríos, sino que pongan todo su empeño y pasión en beneficio de la salud y la vida. Roguemos al Señor.
- Por los que han muerto de manera imprevista a causa de accidentes, desastres naturales o violencia. Y por todos los difuntos más olvidados, para que el Señor acoja a todos en su infinita misericordia y conceda a sus familiares y amigos el consuelo que necesitan. Roguemos al Señor.
- Por todos los que este día nos reunimos en torno al altar del Señor para orar por nuestros difuntos, para que Dios nos regale el consuelo y la fuerza para aceptar el vacío y la ausencia de nuestros seres queridos, que han fallecido por diferentes causas. También para que nos ayude a prepararnos para bien para el momento en que Él decida llamarnos a su presencia. Roguemos al Señor.
Presentación de las Ofrendas
Nosotros, que ya poseemos las primicias del Espíritu, presentamos ahora nuestras ofrendas de Pan y Vino. Con ellas llevamos también al altar nuestras tristezas y alegrías, y la memoria de nuestros hermanos difuntos.
Comunión
«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.» nos ha dicho Jesús. Caminemos juntos ahora a recibirle en nuestros corazones. Cantemos…
Final
Hermanos, damos por finalizada esta Santa Misa, ofrecida por nuestros familiares difuntos. Ahora retornamos a nuestros hogares, conscientes de que ésta no ha sido la única oportunidad para orar por su eterno descanso. Todos los días debemos orar por ellos, para que Dios tenga misericordia y les permita pasar a gozar de su divina presencia en el cielo. Nos vamos con ese propósito.
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