Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Con mucha alegría les damos la bienvenida a la celebración de la santa misa, en este día tan especial.
La Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora del Rosario el 7 de octubre, conmemorando la derrota del Imperio Otomano en la batalla de Lepanto en 1571. Si bien las fuerzas turcas eran muy poderosas, los cristianos obtuvieron la victoria por la intercesión de María y el rezo del Santísimo Rosario.
Bendiciendo a Dios y a María Santísima, por los favores que a diaro obtenemos con el rezo del Santo Rosario, iniciemos esta santa misa entonando todos el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Hch 1, 12-14)
Las primeras comunidades cristianas gozaron del acompañamiento de nuestra madre Santísima, la Virgen María, como también nos acompaña a nosotros y recibe nuestras plegarias con el rezo del Santo Rosario. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 12-14
Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago.
Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Interleccional Lc. 1)
San Luis María Grignon de Monfort dice que la Virgen María no se queda con ninguna alabanza que nosotros le hagamos, sino que la traslada inmediatamente a Dios. Eso sucedió con los elogios de Santa Isabel: la Virgen, al recibirlos, se deshace en alabanzas a Dios, con el Magníficat. Unámonos a esta alabanza diciendo todos:
Interleccional: Lucas 1, 46-47. 48-49. 50-51. 52-53. 54-55
R. Bienaventurada eres, Virgen María,
que llevaste en tu seno al Hijo del Padre eterno.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador. R.
Porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo. R.
Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.
Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. R.
Monición al Evangelio (Lucas 1, 26-38)
La salutación angélica, que rezamos en el Rosario, está contenida en el texto que escucharemos hoy del Evangelio de san Lucas.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
—«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?».
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible».
María contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y la dejó el ángel.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: A Dios Padre, que se revela a los humildes, como la Virgen María, y no a aquellos que presumen de sí, pidamos con fe que atienda nuestras súplicas diciendo:
Por intercesión de María Santísima, escúchaos, Señor.
- Por la Iglesia, para que, como María, sea siempre dócil para acoger la novedad de la intervención de Dios en la historia y esté dispuesta a aceptar el soplo del Espíritu Santo, que la conduce y alienta. Oremos.
- Por el Papa Francisco, para que la Viren Maria sea su protección y guía, que aliente e ilumine cada uno de sus pasos, por el bien de toda la Iglesia. Oremos.
- Por la paz del mundo, para qeu todos los gobiernos ejerzan su labor con responsabilidad y atención a los pueblos, promoviendo iniciativas que conduzcan al diálogo, la reconciliación y la paz. Oremos.
- Por todos nosotros, para que, confiando en el poder intercesor de la Santísima Virgen María, usemos siempre esa arma tan poderosa del Santo Rosario, para combatir el mal que nos acecha. Oremos.
- Por el Ejército Mundial del Santo Rosario y todos los apostolados marianos que difunden la devoción del Santo Rosario, para que día a día vayan creciendo más y más, hasta lograr que multitudes eleven sus voces diariamente a Dios, por intercesiónd de la Virgen del Rosario. Oremos.
Presidente: Dios Padre Todopoderoso, en la celebración de la Santísima Virgen del Rosario, escucha el clamor de todos tus hijos y atiende neustras súplicas. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas.
Como María entregó su vida a Dios, proclamándose su esclava, ofrezcamos también la nuestra, junto a los dones de pan y vino, que llevamos al altar.
Comunión
La Eucaristía, la Adoración al Santísimo y el rezo del Santo Rosario, son armas poderosas que debemos utilizar siempre que sea necesario para vencer al maligno. Vayamos con fe a comulgar.
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