Monición de entrada
Queridos hermanos, tengan todos muy buenos días (tardes, noches). Es un gusto poder recibirles en la casa de Dios para celebrar juntos la santa misa, en el lunes de la quinta semana de Pascua, en el que también celebramos a Santa Catalina de Siena, una gran santa italiana que, enamorada de Cristo crucificado, recibió el don de los estigmas.
La liturgia de hoy sigue transmitiéndonos el discurso final de Jesús en la Última Cena. Abramos nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo, que Jesús nos promete hoy, y comencemos esta celebración con el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Hechos de los apóstoles 14, 5-18)
Después de tener dificultades entre los judíos, Pablo y Bernabé aprovechan su éxito en Listra para predicarles a los paganos. Escuchemos lo que nos dice el Libro de los Hechos de los Apóstoles sobre esos acontecimientos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 14, 5-18
En aquellos días, se produjeron en Iconio conatos de parte de los gentiles y de los judíos, a sabiendas de las autoridades, para maltratar y apedrear a Pablo y a Bernabé; ellos se dieron cuenta de la situación y se escaparon a Licaonia, a las ciudades de Listra y Derbe y alrededores, donde predicaron el Evangelio.
Había en Listra un hombre lisiado y cojo de nacimiento, que nunca había podido andar. Escuchaba las palabras de Pablo, y Pablo, viendo que tenía una fe capaz de curarlo, le gritó, mirándolo:
—«Levántate, ponte derecho».
El hombre dio un salto y echó a andar. Al ver lo que Pablo había hecho, el gentío exclamó en la lengua de Licaonia:
—«Dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos».
A Bernabé lo llamaban Zeus y a Pablo, Hermes, porque se encargaba de hablar. El sacerdote del templo de Zeus que estaba a la entrada de la ciudad, trajo a las puertas toros y guirnaldas y, con la gente, quería ofrecerles un sacrificio.
Al darse cuenta los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron el manto e irrumpieron por medio del gentío, gritando:
—«Hombres, ¿qué hacéis? Nosotros somos mortales igual que vosotros; os predicamos el Evangelio, para que dejéis los dioses falsos y os convirtáis al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen. En el pasado, dejó que cada pueblo siguiera su camino; aunque siempre se dio a conocer por sus beneficios, mandándoos desde el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoos comida y alegría en abundancia».
Con estas palabras disuadieron al gentío, aunque a duras penas, de que les ofrecieran sacrificio.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 113)
En conexión con la predicación de Pablo y Bernabé, el salmo 113 nos lleva a alabar a Dios por todo cuanto ha creado. Hagámoslo diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 113 B, 1-2. 3-4. 15-16
R. No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria.
No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»? R.
Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas. R.
Benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres. R.
Monición al Evangelio (Juan 14, 21-26)
Seguimos escuchando el discurso de despedida de Jesús en la Última Cena. El texto de hoy nos invita a amar a Jesús y seguir sus caminos. Dispongámonos a escuchar cómo hacerlo.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 21-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él».
Le dijo Judas, no el Iscariote:
—«Señor, ¿Qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?».
Respondió Jesús y le dijo:
—«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Dios envía su Espíritu para instruirnos y enseñarnos a reconocer el vínculo de amor con el que estamos unidos a Él. Agradecidos por este don, invoquémoslo diciendo:
Aumenta en nosotros el amor, Señor.
- Por la Iglesia, para que no olvide que es presencia de Cristo en el mundo, llamada a anunciar lo que por amor le ha sido revelado y a hacerse vehículo de gracia, para que todo hombre, a través de ella, encuentre a Dios. Oremos.
- Por los sacerdotes, para que imploren de Dios la gracia de crecer cada vez más en la intimidad con Cristo; y, firmes en la fe, reconozcan su vocación como un don que ha de ser puesto al servicio de los hermanos. Oremos.
- Por la paz en el mundo, para que reine al amor y la reconciliación entre los pueblos y cesen las guerras, que tanto daño le están haciendo a la humanidad entera. Oremos.
- Por aquellos que piensan en el suicidio como único remedio a sus sufrimientos, para que no se sientan derrotados por la desesperación, sino que puedan sentir el fuerte abrazo de amor de Dios que da a cada uno una palabra de esperanza y de consuelo. Oremos.
- Por todos nosotros, para que la participación en esta santa misa fortalezca más nuestra unión con Cristo. Oremos.
Presidente: Dios, principio y fuente de la caridad perfecta, mira nuestro anhelo de amor y colma nuestra vida de la abundancia de tus dones. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Queridos hermanos, animados por el Espíritu Santo, que se nos ha dado, llevemos al altar los dones de Pan y Vino, que se convertirán, por obra del mismo Espíritu Santo, en el Cuerpo y Sangre de Cristo.
Comunión.
Cuando celebramos la Eucaristía y recibimos a Cristo Resucitado como alimento de vida, se produce de un modo admirable esa «interpermanencia» de vida y de amor, pues el mismo Jesús nos dijo: «quien come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en él». Vayamos con fe a comulgar.
Final
Queridos hermanos, vayamos a celebrar y vivir bien la Pascua, entrando en comunión de vida con el Señor y dejándonos animar por su Espíritu.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 3 La Pascua día tras día, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1999; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo de Cuaresma y Pascua, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.