Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Nos da mucha alegría tenerles en este lugar para la celebración de la santa misa de hoy, miércoles de la segunda semana de Pascua. Sean todos bienvenidos.
La alegría de la Pascua vive en nosotros y las lecturas nos van mostrando cómo las primeras comunidades eran impulsadas por el Espíritu del Resucitado.
Abramos nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo y comencemos esta santa misa con el canto de entrada. De pie y cantemos.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Hechos de los apóstoles 5, 17-26)
Siguiendo con la lectura del libro de los Hechos, veremos hoy cómo se repite la dinámica de la Pascua de Jesús: la muerte y la resurrección, la persecución y la liberación. La obra de Dios sigue adelante, con valientes apóstoles dispuestos a todo por el Resucitado.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 5, 17-26
En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido —la secta de los saduceos—, llenos de envidia, mandaron prender a los apóstoles y meterlos en la cárcel común. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la celda y los sacó fuera, diciéndoles:
—«Id al templo y explicadle allí al pueblo íntegramente este modo de vida».
Entonces ellos entraron en el templo al amanecer y se pusieron a enseñar. Llegó entre tanto el sumo sacerdote con los de su partido, convocaron el Sanedrín y el pleno de los ancianos israelitas, y mandaron por los presos a la cárcel. Fueron los guardias, pero no los encontraron en la celda, y volvieron a informar:
—«Hemos encontrado la cárcel cerrada, con las barras echadas, y a los centinelas guardando las puertas; pero, al abrir, no encontramos a nadie dentro».
El comisario del templo y los sumos sacerdotes no atinaban a explicarse qué había pasado con los presos. Uno se presentó, avisando:
—«Los hombres que metisteis en la cárcel están ahí en el templo y siguen enseñando al pueblo».
El comisario salió con los guardias y se los trajo, sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los apedrease.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 33)
Con el salmo 33, alabemos a Dios por la protección que siempre nos brinda, y digámosle todos:
Salmo responsorial: Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
R. Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.
Monición al Evangelio (Juan 3, 16-21)
En el diálogo con Nicodemo, que venimos escuchando esta semana, hoy Jesús llega todavía a mayor profundidad en la revelación de su propio misterio. Preparémonos para escuchar este mensaje de amor que nos trae el Evangelio de hoy.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 16-21
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Invoquemos a Dios que nos ha amado tanto que envió a su único Hijo a salvarnos, para que nos conceda, a cada uno de nosotros, caminar por sus sendas y anunciar con perseverancia su resurrección. Digamos:
Dios, ven en nuestra ayuda.
- Por la Iglesia, pueblo amado de Dios, para que, caminando en la historia a la luz de la resurrección de Jesús, ilumine las tinieblas que aún ensombrecen el corazón de los hombres, para que pueda llevar al mundo la salvación de Dios. Oremos.
- Por el Santo Padre Francisco, los obispos, los presbíteros y los diáconos, para que sean sostenidos y custodiados por el Espíritu Santo y que con su vida, su palabra y su caridad con todos, lleven a todo hombre la luz de Cristo y el amor del Padre. Oremos.
- Por los encarcelados, para que no se sientan desesperanzados por los errores que han cometido, sino que puedan experimentar el perdón del Padre y de los hermanos heridos, que comiencen un recorrido de verdadera conversión y de liberación de la opresión del pecado. Oremos.
- Por esta comunidad, para que el encuentro con Jesús resucitado nos haga firmes en la esperanza y nos dé la humildad de saber perder nuestra vida en las pequeñas y grandes elecciones cotidianas, con la certeza de que la encontraremos para siempre en Cristo. Oremos.
Presidente: Señor, que has enviado a tu ángel a abrir las puertas de la cárcel a los apóstoles, libéranos también a nosotros de las cadenas del miedo del pecado. Acoge nuestra oración por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Bendigamos al Señor por el alimento que a diario nos da, y llevemos al altar nuestras ofrendas del vino y el pan.
Comunión.
El milagro infinito de amor ha ocurrido en el altar: Cristo está presente en forma real. Acudamos a recibirle.
Final
Queridos hermanos, Dios nos ha amado tanto que nos dio a su único Hijo. Ahora vayamos a hacer que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta verdad que conocemos, amando a todos, como Dios nos ha amado desde siempre.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 3 La Pascua día tras día, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1999; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo de Cuaresma y Pascua, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.