Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Nos da mucha alegría recibirles nuevamente en la casa de Dios para la celebración eucarística, en el miércoles de la novena semana del tiempo ordinario.
La participación en los sacramentos nos fortalece y la escucha de la Palabra nos edifica. En medio de las dificultades, Dios nos llama hoy a confiar en su poder.
Puesta nuestra vida en las manos de Dios, comencemos esta misa con el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Tobías 3, 1-11a. 16-17a)
La primera lectura nos narra la historia de dos personajes que se encuentran en situaciones agobiantes: Tobías y Ragüel. Dos historias unidas por la desgracia, pero también por la fe en Dios, de quien obtienen respuesta a sus oraciones. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Tobías 3, 1-11a. 16-17a
En aquellos días, profundamente afligido, sollocé, me eché a llorar y empecé a rezar entre sollozos:
—«Señor, tú eres justo, todas tus obras son justas; tú actúas con misericordia y lealtad, tú eres el juez del mundo. Tú, Señor, acuérdate de mí y mírame; no me castigues por mis pecados, mis errores y los de mis padres, cometidos en tu presencia, desobedeciendo tus mandatos. Nos has entregado al saqueo, al destierro y a la muerte, nos has hecho refrán, comentario y burla de todas las naciones donde nos has dispersado. Sí, todas tus sentencias son justas cuando me tratas así por mis pecados, porque no hemos cumplido tus mandatos ni hemos procedido lealmente en tu presencia.
Haz ahora de mí lo que te guste. Manda que me quiten la vida, y desapareceré de la faz de la tierra y en tierra me convertiré. Porque más vale morir que vivir, después de oír ultrajes que no merezco y verme invadido de tristeza. Manda, Señor, que yo me libre de esta prueba; déjame marchar a la eterna morada y no me apartes tu rostro, Señor, porque más me vale morir que vivir pasando esta prueba y escuchando tales ultrajes».
Aquel mismo día, Sara, hija de Ragüel, el de Ecbatana de Media, tuvo que soportar también los insultos de una criada de su padre; porque Sara se había casado siete veces, pero el maldito demonio Asmodeo fue matando a todos los maridos, cuando iban a unirse a ella según costumbre. La criada le dijo:
—«Eres tú la que matas a tus maridos. Te han casado ya con siete, y no llevas el apellido ni siquiera de uno. Porque ellos hayan muerto, ¿a qué nos castigas por su culpa? ¡Vete con ellos! ¡Que no veamos nunca ni un hijo ni una hija tuya!».
Entonces Sara, profundamente afligida, se echó a llorar y subió al piso de arriba de la casa, con intención de ahorcarse. Pero lo pensó otra vez, y se dijo:
—«¡Van a echárselo en cara a mi padre! Le dirán que la única hija que tenía, tan querida, se ahorcó al verse hecha una desgraciada. Y mandaré a la tumba a mi anciano padre, de puro dolor. Será mejor no ahorcarme, sino pedir al Señor la muerte, y así ya no tendré que oír más insultos».
Extendió las manos hacia la ventana y rezó.
En el mismo momento, el Dios de la gloria escuchó la oración de los dos, y envió a Rafael para curarlos.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 24)
En medio de las calamidades, los justos confían en el Señor. Dios va llevando la vida de los hombres, cuando en sus manos se echan confiadamente los afanes. Levantemos a Él nuestra alma esperando su auxilio y digamos a una voz:
Salmo responsorial: Salmo 24, 2-3a. 4-5ab. 6-7bc. 8-9
R. A ti, Señor, levanto mi alma.
Dios mío, en ti confío,
no quede yo defraudado,
que no triunfen de mí mis enemigos;
pues los que esperan en ti no quedan defraudados,
mientras que el fracaso malogra a los traidores. R.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.
Monición al Evangelio ( Marcos 12, 18-27)
El Evangelio de San Marcos nos presenta otra pregunta hipócrita por parte de los saduceos, que no creían en la resurrección. Preguntan, no con el afán de saber la respuesta, sin por hacer caer y dejar mal a Jesús.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 18-27
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:
—«Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano».
Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella».
Jesús les respondió:
—«Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo.
Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: «Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob»? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: El Señor es justo y todos sus caminos son verdad. Dios escucha las oraciones de los humildes, de aquellos que reconocen su grandeza en los momentos buenos y en los malos, y bendicen con fe su nombre siempre. Dirijámonos, pues, a Él diciendo:
Haznos, Señor, capaces de acoger tu voluntad.
- -Por la santa Iglesia, para que la alabanza del Señor esté siempre en su boca como bendición y defensa de los ataques del enemigo y que surja de un corazón puro y atento en el celo. Oremos.
- Por los que rigen los destinos de los pueblos, para que gobiernen con justicia y busquen la prosperidad de aquellos más desprotegidos y con menos oportunidades en la sociedad. Oremos.
- Por los que se encuentran en una situación conyugal difícil, por los que están desilusionados de la vida y experimentan la muerte en el corazón, para que confíen en el Señor para ver el triunfo de Dios sobre sus enemigos y, así, bendecir su grandeza. Oremos.
- Por cada uno de nosotros, para que el encuentro con Cristo en esta misa y la Palabra que hemos escuchado nos anime y dé fuerzas para vencer las dificultades de nuestra vida. Oremos.
Presidente: Oh Dios, tú que has escuchado las oraciones de nuestros padres y que has enviado tus ángeles a liberarlos de los enemigos acoge las súplicas que hoy te hemos dirigido para gloria de tu santo nombre. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Con las ofrendas de pan y vino que llevamos al altar, presentemos también nuestras angustias, tristezas y fracasos.
Comunión.
Cristo es nuestra fortaleza y esa fuerza la recibimos de su Cuerpo y de su Sangre, cada vez que comulgamos. Acerquémonos a recibir a Jesús.
Final
Queridos hermanos, la muerte no es nuestro destino. Estamos invitados a la plenitud de la vida. Vayamos a vivir nuestra vida con esperanza, fe y optimismo.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia; Farnés Sherer, Pedro, Moniciones y Oraciones Sálmicas, Ed. Regina, Mallorca, 1978.