Monición de entrada
Sean bienvenidos, hermanos, a la celebración eucarística de hoy, con la que finalizamos las misas diarias del ciclo B, y damos paso a un nuevo año litúrgico, que inicia mañana, con el primer domingo de adviento.
Hoy concluye el discurso escatológico según la versión de san Lucas. Dispongamos todo nuestro ser para dejarnos instruir por la Palabra de Dios e irnos preparando cada día mejor para la venida definitiva de Cristo a este mundo.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Apocalipsis 22, 1-7)
En el último día del año litúrgico, la visión final del Apocalipsis sigue ofreciéndonos una escenografía triunfal y esperanzadora. Escuchémosla muy atentos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Apocalipsis 22, 1-7
El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, el río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. A mitad de la calle de la ciudad, a ambos lados del río, crecía un árbol de la vida; da doce cosechas, una cada mes del año, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. Allí no habrá ya nada maldito. En la ciudad estarán el trono de Dios y el del Cordero, y sus siervos le prestarán servicio, lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
Me dijo:
—«Estas palabras son ciertas y verdaderas. El Señor Dios, que inspira a los profetas, ha enviado su ángel para que mostrase a sus siervos lo que tiene que pasar muy pronto. Mira que estoy para llegar. Dichoso quien hace caso del mensaje profético contenido en este libro».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 94, 1-2. 3-5. 6-7)
Termina el Apocalipsis incitando nuestra esperanza: ven, Señor Jesús. Es el grito de quien se sabe en camino hacia los bienes definitivos que Cristo nos trae. Por eso, desde nuestra esperanza, dirigimos a Dios la aclamación sincera y agradecida, diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 94, 1-2. 3-5. 6-7
R. Maranatha. Ven, Señor Jesús.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos. R.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R.
Monición al Evangelio (Lucas 21, 34-36)
Del Evangelio de san Lucas, escucharemos la última recomendación de Jesús en su «discurso escatológico», último consejo del año litúrgico, que enlazará con los primeros del Adviento: un llamado a estar despiertos.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: El Señor nos invita a no dejarnos disipar y perdernos en cosas que no tienen valor, sino a permanecer concentrados en la manifestación de su Reino. Vigilantes y en la espera sobria de su venida, invoquemos juntos:
Ven, Señor Jesús.
- Por la Iglesia de Dios: para que, despojada de toda actitud y realidad nociva y superflua, muestre a los hombres con sobriedad y claridad el Reino que ha de venir. Oremos.
- Por los que viven una vida disoluta, por los que son esclavos del alcohol o de la droga, por los que viven acumulando bienes, por los que desperdician su existencia en la búsqueda del exceso, de la diversión y de la evasión: para que puedan volver a una vida más regulada y plena de valor a los ojos de Dios. Oremos.
- Por los que viven el afán de las cosas materiales y perecederas de la vida: para que disciernan lo que es verdaderamente importante y sepan escoger aquello por lo que vale la pena esforzarse. Oremos.
- Por todos nosotros, en la conclusión de este año litúrgico: que el Señor nos enseñe el arrepentimiento por el mal y los pecados cometidos, y gratitud y bendición por el bien cumplido. Oremos.
Presidente: Padre santo, en tu gran designio de amor has enviado a tu Hijo a redimir el mundo. Haz que aprendamos a esperarlo, a invocar su venida y a esperar la salvación. Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo y Señor nuestro. Amén.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 6, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Secretariado Nacional de Liturgia, Comentarios Bíblicos al Leccionario del Tiempo Ordinario; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.