Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Con mucho regocijo les recibimos en la casa de Dios para celebrar juntos la santa misa en el lunes de la tercera semana de Cuaresma.
Las lecturas de hoy nos recuerdan nuestro bautismo y nos hacen un llamado urgente a que, casi a mitad de la Cuaresma, hagamos caso de las insistentes llamadas de Dios a la conversión y al cambio en nuestras vidas.
Abramos nuestro corazón para que la Palabra produzca frutos y comencemos esta celebración con el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (II Reyes 5, 1-15a)
La lectura del libro de los Reyes nos habla hoy sobre el baño purificador de Naamán en las aguas del Jordán y la profesión de fe del Sirio, un hecho que trae a nuestro recuerdo el sacramento del Bautismo. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del segundo libro de los Reyes 5, 1-15a
En aquellos días, Naamán, general del ejército del rey sirio, era un hombre que gozaba de la estima y del favor de su señor, pues por su medio el Señor había dado la victoria a Siria.
Era un hombre muy valiente, pero estaba enfermo de lepra.
En una incursión, una banda de sirios llevó de Israel a una muchacha, que quedó como criada de la mujer de Naamán, y dijo a su señora:
—«Ojalá mi señor fuera a ver al profeta de Samaría: él lo libraría de su enfermedad».
Naamán fue a informar a su señor:
—«La muchacha israelita ha dicho esto y esto».
El rey de Siria le dijo:
—«Ven, que te doy una carta para el rey de Israel».
Naamán se puso en camino, llevando tres quintales de plata, seis mil monedas de oro y diez trajes. Presentó al rey de Israel la carta, que decía así:
—«Cuando recibas esta carta, verás que te envío a mi ministro Naamán para que lo libres de su enfermedad».
Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó las vestiduras, exclamando:
—«¿Soy yo un dios capaz de dar muerte o vida, para que éste me encargue de librar a un hombre de su enfermedad? Fijaos bien, y veréis cómo está buscando un pretexto contra mí».
El profeta Eliseo se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las vestiduras y le envió este recado:
—«¿Por qué te has rasgado las vestiduras? Que venga a mí y verá que hay un profeta en Israel».
Naamán llegó con sus caballos y su carroza y se detuvo ante la puerta de Eliseo. Eliseo le mandó uno a decirle:
—«Ve a bañarte siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia».
Naamán se enfadó y decidió irse, comentando:
—«Yo me imaginaba que saldría en persona a verme, y que, puesto en pie, invocaría al Señor, su Dios, pasaría la mano sobre la parte enferma y me libraría de mi enfermedad. ¿Es que los ríos de Damasco, el Abana y el Farfar, no valen más que toda el agua de Israel? ¿No puedo bañarme en ellos y quedar limpio?».
Dio media vuelta y se marchaba furioso. Pero sus siervos se le acercaron y le dijeron:
—«Señor, si el profeta te hubiera prescrito algo difícil, lo harías. Cuanto más si lo que te prescribe para quedar limpio es simplemente que te bañes».
Entonces Naamán bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta, y su carne quedó limpia como la de un niño. Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo:
—«Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 41)
El tema del agua aparece también en el salmo 41, pero esta vez no en
forma de baño, sino de bebida. Unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 41, 2. 3; 42, 3. 4
R. Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿Cuándo veré el rostro de Dios?
Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío. R.
Tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿Cuándo entraré a ver
el rostro de Dios? R.
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.
Monición al Evangelio (Lc 4, 24-30)
La homilía de la primera lectura la hace el mismo Jesús en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, poniendo como ejemplo a dos personajes extranjeros, con lo que confirma la universalidad de la salvación.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 24-30
En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret:
—«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: A Dios, que quiere salvar a los hombres de todo el mundo y nos llama a seguirlo y a confiar en Él, dirijamos nuestras oraciones diciendo:
Por la fuerza de tu amor, escúchanos Padre.
- Por la Iglesia, para que el Espíritu Santo le conceda la fuerza de llevar la Palabra de salvación a todo hombre, sin dar un paso atrás en ese propósito, aunque las situaciones sean difíciles, sino que, abrazada a su Señor, continúe unida y perseverante con la misión evangelizadora. Oremos.
- Por el Santo Padre Francisco, para que, en la escucha continua de la voluntad de Dios y de los signos de los tiempos, siempre esté sereno ante el rechazo y la soledad en los que pueda encontrarse cuando tome decisiones difíciles por el bien de la Iglesia y de la humanidad. Oremos.
- Por la salvación del mundo, para que todos los hombres, de toda raza, pueblo y nación, escuchen el mensaje de salvación universal y acepten el llamado a la conversión. Oremos.
- Por las personas gravemente enfermas, para que el Espíritu Santo les dé consuelo para vivir con serenidad el sufrimiento, y luz para reconocer en la solidaridad de los hermanos la presencia del Señor. Oremos.
- Por todos nosotros, reunidos este día en torno al altar, para que, al haber escuchado la Palabra, la hagamos vida y demos signos de una sincera conversión. Oremos.
Presidente: Padre bueno, escucha nuestras oraciones y guíanos por el camino de la salvación. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Con nuestros propósitos de conversión, llevemos ahora al altar las ofrendas de pan y vino.
Comunión.
A la mitad de la Cuaresma, Jesús nos sigue alimentando con su Cuerpo y su Sangre, preparándonos para celebrar con Él la gran fiesta pascual. Acudamos con fe a comulgar.
Final
Queridos hermanos, después de haber celebrado estos misterios, con el recuerdo de nuestro bautismo y el llamado a la conversión, vayamos a testimoniar y secundar la misión liberadora de Cristo.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 3 La Cuaresma día tras día, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 2003; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo de Cuaresma y Pascua, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.