Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches), queridos hermanos. Sean todos bienvenidos a la celebración de la santa misa, en el lunes de la primera semana de Adviento.
El día de ayer comenzamos el Tiempo de Adviento. La primera parte de este tiempo se cierra el 16 de noviembre, con las lecturas que nos invitan a contemplar a Jesús en su segunda venida. Del 17 al 24 de noviembre nos hablarán sobre el nacimiento de Jesús, de su primera venida.
Con nuestra firme voluntad de comenzar a prepararnos para celebrar dignamente la navidad, iniciemos esta misa con el canto de entrada. De pie, por favor.
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Moniciones a las lecturas
Primera lectura (Isaías 2, 1-5)
Iniciemos escuchando una visión universalista de la salvación que nos transmite el libro de Isaías. El profeta, que ve la historia desde los ojos de Dios, anuncia la luz y la salvación para todos los pueblos. Con atención escuchemos esta alegre noticia.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 2, 1-5
Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén:
Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor,
en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos.
Dirán:
«Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob:
él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor».
Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.
Palabra de Dios.
En el año A, en que la lectura precedente se lee el primer domingo de Adviento, puede leerse la siguiente:
Primera lectura (Isaías 4, 2-6)
Comencemos escuchando, del libro del profeta Isaías, un texto en el que se se proclama un mensaje que abre el corazón a la confianza. Abramos nuestro corazón y escuchemos con atención.
Lectura del libro de Isaías 4, 2-6
Aquel día, el vástago del Señor
será joya y gloria,
fruto del país, honor y ornamento
para los supervivientes de Israel.
A los que queden en Sión,
a los restantes en Jerusalén,
los llamarán santos:
los inscritos en Jerusalén entre los vivos.
Cuando lave el Señor la suciedad
de las mujeres de Sión
y friegue la sangre
de dentro de Jerusalén,
con el soplo del juicio, con el soplo ardiente,
creará el Señor en el templo del monte Sión
y en su asamblea
una nube de día, un humo brillante,
un fuego llameante de noche.
Baldaquino y tabernáculo cubrirán su gloria:
serán sombra en la canícula,
refugio en el aguacero,
cobijo en el chubasco.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial (Salmo 121)
El salmo 121 manifiesta el entusiasmo del pueblo de Israel por llegar a Jerusalén. Manifestemos nosotros nuestro anhelo por llegar a la Jerusalén celestial, diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9
R. Vamos alegres a la casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». R.
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien. R.
Evangelio (Mateo 8, 5-11)
El Evangelio de San Mateo nos muestra a un Jesús que es la verdadera Luz, el vástago que esperaba el pueblo de Israel, el Mesías que trae paz y serenidad, la Palabra eficaz y salvadora que Dios dirige a la humanidad, y cuyos milagros son signos de que ya está irrumpiendo el Reino de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 5-11
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
—«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».
Jesús le contestó:
—«Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó:
—«Señor, no soy quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; a mi criado: «Haz esto», y lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:
—«Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Demos voz al sufrimiento, a las necesidades, al grito de la humanidad con nuestra oración, con la misma confianza que movió al centurión a pedir la curación de su siervo. Oremos diciendo todos:
Ven, Señor, a sanar a tu pueblo.
- Por la Iglesia, para que siga siendo el ejemplo del Señor Jesús que a todos acoge y escucha, dé testimonio ante la humanidad entera de ser comunidad de diálogo y fraternidad, en la comprensión y la acogida de todos. Roguemos al Señor.
- Por el Papa, los obispos y todos los sacerdotes, para que sepan guiar el camino de las comunidades que les han sido confiadas hacia el encuentro encuentro con el Señor. Roguemos al Señor.
- Por la paz en el mundo, para que el Señor conceda paz a todos los corazones que están heridos, a las familias divididas, a las comunidades destrozadas, a los pueblos abatidos por la guerra y la violencia, y que día a día se construya una cultura de diálogo y de reconciliación. Roguemos al Señor.
- Por las personas enfermas, para que tengan siempre a su lado hermanos que, como el centurión, asuman su cuidado y tengan un corazón generoso para ayudarles con la asistencia y la oración. Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros, para que el don de este tiempo de Adviento nos ayude a redescubrir la belleza de la fe y nos haga ir al encuentro del Señor con la misma audacia y entusiasmo que movieron los pasos del centurión. Roguemos al Señor.
Presidente: Señor Jesús, Tú pudiste admirarte de la fe del centurión. Aumenta nuestra fe que, por el contrario, es débil y tímida, pero con la que te hemos dirigido nuestras oraciones. Escúchanos y atiéndelas según tu voluntad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Presentación de las Ofrendas
En el inicio del Adviento, llevamos al altar las ofrendes de pan y vino, que se convertirán en el alimento espiritual que nos animará en nuestra espera de la venida del Señor.
Comunión
«Señor, no soy quién para que entres bajo mi techo», exclamó el centurión. Conscientes de que nunca seremos dignos de recibir algo tan sagrado y puro, como es el Cuero de Cristo, vayamos con devoción a comulgar. Cantemos todos.
Final
Este Adviento ha empezado como un tiempo de gracia para todos, los cercanos y los alejados. Vayamos a nuestros hogares a compartir la alegría de la salvación que nos ha sido anunciada hoy.
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Fuentes: Aldazábal, J. Enséñanos tus Caminos 1. Adviento y Navidad día tras día, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo de Adviento y Navidad, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.