Monición de entrada
Queridos hermanos, con mucha alegría hemos comenzado ayer la cuarta semana de Cuaresma y nos da mucho gusto recibirles en la casa de Dios para la celebración eucarística de este día.
Al comenzar las ferias de la cuarta semana, las lecturas cuaresmales cambian de orientación. Antes leíamos los tres evangelistas sinópticos, con pasajes del AT formando una unidad temática con la página del evangelio. Ahora vamos a leer, hasta Pascua (y también durante toda la Pascua, hasta Pentecostés), al evangelista Juan, en lectura semicontinuada de algunos de sus capítulos.
Nos disponemos para que la Palabra de Dios siga preparándonos a la gran celebración de la pascua. Comencemos la misa de hoy con el canto de entrada. De pie, cantemos todos.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Isaías 65, 17-21)
En la aurora de la resurrección, primera mañana del universo nuevo, se realiza la creación por Dios del nuevo cielo y de la nueva tierra de que habla el Tercer Isaías, el posexílico, en la primera lectura que escucharemos hoy, tomada del profeta Isaías. Escuchemos atentos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías 65, 17-21
Así dice el Señor:
«Mirad: yo voy a crear
un cielo nuevo y una tierra nueva:
de lo pasado no habrá recuerdo
ni vendrá pensamiento,
sino que habrá gozo y alegría perpetua
por lo que voy a crear.
Mirad: voy a transformar a Jerusalén en alegría,
y a su pueblo en gozo;
me alegraré de Jerusalén
y me gozaré de mi pueblo,
y ya no se oirán en ella
gemidos ni llantos;
ya no habrá allí niños malogrados
ni adultos que no colmen sus años,
pues será joven el que muera a los cien años,
y el que no los alcance se tendrá por maldito.
Construirán casas y las habitarán,
plantarán viñas y comerán sus frutos».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 29)
El salmo 29 mantiene la visión optimista de la primera lectura, y nos lleva a alabar a Dios por nuestra liberación. Unámonos todos diciendo:
Salmo responsorial: Salmo 29, 2 y 4. 5-6. 11-12a y 13b
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R.
Monición al Evangelio (Juan 4, 43-54)
La marcha de Jesús hacia la muerte y la resurrección está sembrada de hechos en que comunica a otros la salud, la vida, la alegría. Escucharemos el relato del segundo milagro realizado en Caná de Galilea.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 4, 43-54
En aquel tiempo, salió Jesús de Samaria para Galilea.
Jesús mismo había hecho esta afirmación:
—«Un profeta no es estimado en su propia patria».
Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
—«Como no veáis signos y prodigios, no creéis».
El funcionario insiste:
—«Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta:
—«Anda, tu hijo está curado».
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron:
—«Hoy a la una lo dejó la fiebre».
El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo está curado». Y creyó él con toda su familia.
Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: A Dios Padre que escucha la oración de quienes con humildad y confianza se dirigen a Él, digámosle:
Sostén nuestra fe, Señor.
- Por la santa Iglesia, para que siempre se preocupe de corazón por la vida y la salvación del hombre; que ore e interceda ante el Señor con insistencia y con fe, que se haga voz orante de quienes están en la necesidad y por los que están alejados, para que a todos les sea ofrecido el don de la salvación. Oremos.
- Por el Santo Padre Francisco, por los sacerdotes y por todos los consagrados, para que estén dispuestos a dejarse animar y transformar continuamente por el encuentro cotidiano con el Señor, para que, con su testimonio de fe auténtica y madura, enseñen a los hermanos a crecer, a su vez, en la fe. Oremos.
- Por nuestros gobernantes, para que no olviden las raíces cristianas de nuestro país y protejan con leyes justas la profesión de nuestra fe en los ambientes públicos, en el respeto de las diferencias religiosas que caracterizan los tiempos en que vivimos. Oremos.
- Por todos los padres que viven el drama de un hijo gravemente enfermo, para que encuentren ayuda para atravesar este sufrimiento en la fe en Dios que da consuelo, consolación y paz. Oremos.
- Por todos nosotros, que este día nos reunimos en torno al altar del Señor, para que el alimento que recibimos nos impulse a vivir a plenitud los últimos días de la cuaresma, preparándonos mejor para las celebraciones pascuales. Oremos.
Presidente: Señor, que has escuchado la súplica confiada del padre que pedía la curación de su hijo, escucha la oración que tu Iglesia te dirige con fe. Tú eres Dios y vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Con la alegría que nos rodea al acercarnos cada vez más a las fiestas pascuales, llevemos ahora al altar los dones de pan y vino. Cantemos todos.
Comunión.
«El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino» nos ha dicho el Evangelio de hoy. Pongámonos en camino también nosotros y con fe, vayamos cantando a comulgar.
Final
Queridos hermanos, la misa ha terminado y, al retornar a nuestro quehacer cotidiano, dejemos que Cristo nos siga sorprendiendo con sus milagros en nuestra vida, pero procuremos nosotros mismos el mayor milagro que nos garantiza la Pascua definitiva con Cristo: nuestra conversión.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 3 La Cuaresma día tras día, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 2003; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo de Cuaresma y Pascua, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.