Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Sean todos bienvenidos a la casa de Dios para celebrar la Santa Misa, en el vigésimo sexto domingo del tiempo ordinario.
La sola intención no es suficiente, hay que ser coherentes con lo que decimos o nos proponemos. Es la lección que la liturgia de este domingo nos deja para nuestra vida.
Consientes de todo esto, comencemos esta celebración eucarística. De pie, cantamos.
Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
La liturgia de hoy nos hace una invitación a meditar sobre nuestra opción por Dios y la responsabilidad en nuestra respuesta a su llamada. El profeta Ezequiel propone convertirse a la justicia de Dios para acogerse a su promesa de vida. El Evangelio nos dice que la invitación está hecha y no basta obedecer sólo de palabra. San Pablo propone el modelo: Cristo. Con el salmista confesamos que la ternura y el amor del Señor son eternos, y le pedimos que nos enseñe a caminar por sus sendas. Escuchemos atentamente,
Moniciones para cada lectura
Monición a la Primera lectura (Ezequiel 18, 25-28)
El profeta Ezequiel compara la conducta del justo y del malvado, y su responsabilidad respectiva, ante la dura experiencia del destierro y la destrucción de Jerusalén. Escuchemos atentamente esta amonestación que Dios dirige también a nosotros ahora.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Ezequiel 18, 25-28
Así dice el Señor:
«Comentáis: «No es justo el proceder del Señor».
Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto?
Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió.
Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 24)
Con el salmo 24 pedimos al Señor con humildad que nos enseñe sus caminos. Contestaremos al salmo:
Salmo responsorial: Salmo 24, 4bc-5. 6-7. 8-9
R. Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando. R.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.
Monición a la segunda lectura (Filipenses 2, 1-11)
Continuamos leyendo la carta de San Pablo a los Filipenses, que comenzamos el domingo pasado. Hoy les da consignas muy concretas de humildad para con los otros, pero, sobre todo, les propone el mejor ejemplo a seguir, Cristo Jesús. Escuchemos este precioso himno cristológico.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 1-11
Hermanos:
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.
No obréis por envidia ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús.
El, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»,
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo
y toda lengua proclame:
«¡Jesucristo es Señor!».
para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mateo 21, 28-32)
Habiendo llegado ya a Jerusalén, Jesús da una lección a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo. Con una parábola muy sencilla y expresiva, les echa en cara la hipocresía que muchas veces reina en sus actitudes
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
—«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña». Él le contestó: «No quiero». Pero después recapacitó y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor». Pero no fue.
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?».
Contestaron:
—«El primero».
Jesús les dijo:
—«Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: Oremos a Dios Padre, cuya misericordia es eterna, y digámosle todos:
Por tu misericordia, escúchanos.
- Por la Iglesia peregrina en esta tierra, para que la gracia y misericordia de Dios la impulsen con fuerza en estos tiempos difíciles. Oremos al Señor.
- Por quienes rigen los destinos de nuestros pueblos, para que sean fieles a las leyes y actúen sin privilegios políticos en favor de su pueblo. Oremos al Señor
- Por quienes sufren en el mundo, especialmente por aquellos afectados por los desastres naturales, para que sepan salir adelante con la ayuda de Dios. Oremos al Señor
- Por nosotros, que hemos escuchado la llamada del Señor, como los dos hijos de la parábola, para que, a pesar de la inconstancia y las indecisiones, respondamos con obras y de verdad. Oremos al Señor.
Presidente: Acuérdate de nosotros con misericordia, por tu bondad, Señor, y atiende nuestras súplicas. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
Con alegría cantamos, mientras llevamos al altar los dones del vino y el pan, que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo; con ellos, ofrezcamos también nuestra obediencia, que es la mejor ofrenda que podemos presentar al Señor este día.
Comunión
Con fe y devoción vayamos ahora a comer el Pan que nos da la vida eterna, misterio que acrecienta nuestra fe. Cantamos…
Final
También a nosotros, como a los hijos de la parábola, nos dice el Señor: «Ve hoy a trabajar en mi viña.» Finalizada la Misa y fortalecida nuestra fe, vamos ahora al mundo a vivir lo que hemos confesado en esta celebración.