Monición de Entrada
Queridos hermanos, tengan todos muy buenos días (tardes, noches). Sean bienvenidos a la celebración eucarística del martes de la cuarta semana del tiempo ordinario
Participar diariamente en la celebración de este sacramento nos permite ir creciendo en nuestra fe. Los milagros que la liturgia de hoy nos narran, nos impulsarán a creer con más firmeza en Jesús y a perseverar hasta el final, sin interrumpir nuestra carrera hasta llegar a la meta.
Por eso comencemos con fe y alegría la celebración de esta misa con el canto de entrada.
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Moniciones a las lecturas
Monición a la primera lectura (Hebreos 12, 1-4)
Usando el ejemplo del estadio y los atletas que compiten en una carrera, el autor de la carta a los Hebreos anima a sus lectores a permanecer firmes bajo el peso del sufrimiento. Escuchemos esta motivación que nos sirve mucho a nosotros ahora.
PRIMERA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos Hebreos 12, 1-4
Hermanos:
Una nube ingente de testigos nos rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo.
Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 21)
Alabemos ahora al Señor con el salmo 21 diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 21, 26b-27. 28 y 30. 31-32
R. Te alabarán, Señor, los que te buscan.
Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre. R.
Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor. R.
Monición al Evangelio (Marcos 5, 21-43)
San Marcos hoy nos cuenta dos milagros de Jesús intercalados uno en el otro, dos escenas muy expresivas del poder salvador y sanador de Jesús, manifestado ante dos realidades: la enfermedad y la muerte.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría.
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando:
«¿Quién me ha tocado el manto?».
Los discípulos le contestaron:
«Ves como te apretuja la gente y preguntas: «¿Quién me ha tocado?»».
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo:
«Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Presidente: La fe nos empuja a superar el miedo a reconocernos necesitados de la ayuda del Señor. Dirijamos nuestra oración con fe y digamos:
Sálvanos, Señor
- Por la Iglesia, para que siempre nos siga iluminando y orientando para enfrentar las realidades de la enfermedad y la muerte en el mundo. Oremos.
- Por los gobernantes de las naciones, para que siempre prioricen la salud de los ciudadanos, brindando una atención accesible para todos los que necesiten de atención médica. Oremos.
- Por los médicos, para que no aborden el sufrimiento con superficialidad o intentando sacarle provecho personal, sino que procuren aliviar el dolor del cuerpo a través de la medicina, sin ignorar la sensibilidad de los enfermos y se acerquen a ellos con disponibilidad y humildad. Oremos.
- Por todos nosotros, para que nos mantengamos perseverantes en la fe, confiando en Dios y poniendo nuestro mayor esfuerzo en superar el peso de las dificultades en nuestra carrera por la salvación. Oremos.
Presidente: Oh Dios, que salvas a quienes se confían a Ti, haz que sepamos dejar de lado nuestro orgullo y recurrir a Ti para ser tomados de la mano y reengendrados a la vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Presentación de las Ofrendas
«Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos» nos ha dicho la Palabra hoy. Llevemos al altar los dones de pan y vino, junto a los cuales presentamos también nuestro deseo de ser perseverantes en nuestra carrera hacia la patria celestial.
Comunión
Cristo sigue sanando y resucitando. Lo hace a través de los sacramento, por eso ahora acerquémonos con mucha fe a comulgar. Cantemos todos.
Final
«No temas; basta que tengas fe», nos ha dicho Jesús en el Evangelio de hoy. Terminamos nuestra misa y retornamos a nuestros hogares con la consigna de Cristo y vamos a enfrentar la realidad de la enfermedad y la muerte sin temor alguno, sabiendo que la fe nos basta para salir victoriosos.
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Fuentes: Caballero, B., La Palabra cada día, Ed San Pablo, Madrid, 1990; Aldazábal, José, Enséñanos tus caminos 4, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 1996; Monjas Agustinas de los Cuatro Santos Coronados, Oración de los Fieles Tiempo Ordinario Ciclo Ferial, Ed San Pablo, Bogotá, Colombia.